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octubre 10, 2019

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¿Por qué Daniel es el líder de la Revolución Sandinista?

** El orden de los mandos sandinistas en la primera y sostenida línea de fuego que cambió el curso del siglo XX

** Historiador Adolfo Díaz Lacayo: “9 de octubre de 1977. Era una sola columna de combatientes bien apertrechados, al mando de Daniel Ortega Saavedra”

(1ª. Parte)

El romanticismo de un pensamiento, temporal y defectuoso como toda obra humana, puede entusiasmar a más de alguno, pero no produce más que hermosos eslóganes, consignas emocionales y seguras derrotas en el incierto horizonte.

Un revolucionario en el pleno sentido de la palabra, no puede apartarse de la vida ni conformarse a ser un artesano político: debe concebir la política como un arte; ergo, el primer deber de un revolucionario de alma colosal, como diría Emerson, es ser creador.

Es lo que el comandante Daniel Ortega ha demostrado desde el último cuarto del siglo XX y que produjo Octubre de 1977, plataforma de la victoria del 19 de Julio de 1979. El sandinismo entró así a un nivel superior en la lucha contra el somocismo.

La solución de los graves problemas de Nicaragua estaba en la vida, no en la ideología muerta en la que los radicales “marxistas” –escandalosos desertores del Frente Sandinista después de la derrota electoral de 1990– querían embutir a un país vivo.

Ahora, “para variar”, quieren momificar a Nicaragua con las vendas de la zombi Doctrina Monroe (el Secretario de Estado, John Kerry, leyó el acta de defunción el 18 de noviembre de 2013), para meterlo en el sarcófago del chamorrismo.

El famoso arquitecto danés, Bjarke Ingels, uno de los 100 hombres más influyente del mundo, según Time, y diseñador de las nuevas Torres Gemelas en Nueva York, soltó esta frase necesaria:

“La creatividad es tener el poder de imaginar el mundo que aún no es parte del mundo”.

Y esto explica los avances de Nicaragua desde 2007, a pesar del desastre provocado por las momias “cívicas” en 2018.

No se trata de copiar, de repetir, de depender del manual teórico o de lo que otros hicieron con magros resultados. O, al otro extremo, que los Díaz, los Chamorro y los Somoza sean el paradigma de los muy financiados operarios del pasado. Y ahí está la diferencia entre la postergación y el desarrollo, entre el desastre y el logro, entre la mente mediocre y la inteligencia: la fantasía de algunos que les regalen el poder sobre los escombros de Nicaragua y la imaginación de los más, los nicaragüenses crecidos, de construir realmente un país de verdad.

Todas las auténticas revoluciones, nos guste o no, tienen un líder, desde la de los Estados Unidos, encabezada por George Washington, hasta la de Cuba, conducida por Fidel Castro.

Los hechos, no el mito ni la propaganda, explican en parte por qué el comandante Daniel Ortega es el dirigente del Sandinismo y Jefe de la Revolución. Es bueno escudriñar la Historia y ver las causas de los acontecimientos y sus desenlaces, porque nada es al azar ni se acomoda al gusto de la historia oficial arreglada.

El dato de los hombres

Miembro de la Dirección Nacional del Frente Sandinista, formó parte de la Junta de Gobierno de la cual fue su Coordinador; luego, electo Presidente.

Tan altas responsabilidades confirman las razones de su relevancia en la Revolución Popular Sandinista: es el liderazgo más documentado en los ámbitos del conocimiento histórico.

Fue quien al frente de la misma Dirección Nacional y de algunos comandantes que participaron en el asalto a la casa de Chema Castillo en 1974, y héroes claves de la Revolución como Germán Pomares y Francisco Rivera, revitalizó al FSLN en el frente de combate, cuando Anastasio Somoza había puesto una lápida a la guerrilla de la montaña.

Con la derrota electoral de 1990 y el sorpresivo desbande de los cuadros que se consideraban los “sandinistas” más puros, Daniel Ortega se constituyó en el cohesionador del FSLN al evitar el destino de los partidos deshabitados: la fragmentación y el olvido.

Sin embargo, para los historiadores habrá que evaluar que es más trascendente: si conducir una guerrilla para tumbar al somozato –y han habido muchas revoluciones en el mundo– o guiar, con la intelectual nicaragüense Rosario Murillo, la única experiencia en la Historia de la Humanidad en que una Revolución, desarmada y derrotada, y bajo el desmesurado asedio mediático, retorna al poder por la vía inédita de los votos.

Este singular parteaguas de la Historia en 2006, sin menoscabo de los que también hicieron posible derrocar a la sangrienta tiranía, corroboraría que el comandante Ortega fue el principal protagonista del triunfo de la Revolución de 1979. ¿Por qué?

“Comprendimos que la oportunidad para la ofensiva se había presentado en ese momento. Y decidimos lanzarla”, dijo el Comandante Daniel Ortega en 1978, en una entrevista a Pedro M. Miranda (David Nolan, La Ideología Sandinista y la Revolución Nicaragüense, 1986, p.116).

1976-78

Ubiquémonos entre 1976-1978. La represión desatada por Anastasio Somoza en las ciudades, los campos y las montañas en 1975 y 1976, prácticamente acabaron la guerrilla. Apenas quedaron escasos y dispersos grupos que terminaron perdidos en la montaña, o huyendo.

Precisamente son dos generales que renunciaron al FSLN los que testimonian cómo la historia fue despejando el panorama, y aunque no lo admitan con mayúsculas ni minúsculas en su relato, los hechos son la narrativa más diáfana de cómo sobresale la figura del comandante Ortega.

El general retirado Humberto Ortega muestra las causas del desmoronamiento guerrillero en “La Odisea por Nicaragua”. En 1975, “Abandonada la iniciativa militar por parte de la guerrilla, la GN (Guardia Nacional) arremete con mayor empuje sobre la red de colaboradores, sangrando las bases de apoyo y forzando un sentimiento de abandono en el campesinado, que conduce a la mortal defensa pasiva” (p.74).

Para que quede claro, el FSLN como tal, al menos su guerrilla basada en la tesis foquista, había prácticamente desaparecido. El exmiembro de la DN subraya que “A raíz de la muerte de Carlos Fonseca, la Montaña entra en un proceso acelerado de extinción…”.

La desolación del extenuado, incomunicado y desintegrado foco guerrillero lo expone el general en retiro Hugo Torres:

“Ese pueblo que solo sabía que la guerrilla existía, que estaba allí en la montaña (…) No podía imaginarse en qué condiciones se encontraban en ese momento, sus muchachos en la montaña; era en todo caso preferible que no lo hiciera (Rumbo Norte, Historia de un sobreviviente, 2003, p. 329).

Los años 1975-1977 son definitorios para el FSLN. O cambiaban o terminaban hundiéndose en el auto ostracismo y la debacle, sin poder leer ni interpretar la realidad nicaragüense, y es claro que esta no pasa por ningún dogma.

“Algunos de nosotros –relata Torres– estábamos convencidos, de que la concepción de la lucha guerrillera que se había aplicado hasta ese momento era equivocada, y que no se debería seguir impulsando porque estaba condenada al fracaso” (RN p.326)

La mejor gráfica de esta triste conclusión del general Torres la describe Humberto Ortega: “Henry Ruiz con unos pocos hombres de la reducida BPU es expulsado en un primer momento a la profundidad de la selva, en los territorios mineros del Atlántico (Caribe), en donde los POCOS GUERRILLEROS SUBSISTEN ANDRAJOSOS Y EN MISERIA, y luego es empujado hacia el exterior del país” (LEI, p.344).

El cambio

Empero, Daniel y Humberto Ortega, Víctor Tirado López y Germán Pomares reorientan la lucha revolucionaria. Por algo, desde entonces, se denomina Octubre Victorioso a la organización de varios frentes de combate en 1977.

Hay una nueva concepción estratégica y un Plan para derrocar a Somoza. La columna vertebral, más allá del papel, los planos y las proyecciones de escritorio, es el Frente Norte.

El giro espectacular de los acontecimientos en menos de dos años fue sorprendente. Y el líder del ascenso histórico del FSLN, en el terreno de combate, es el comandante Daniel Ortega. Ya nada sería igual para Nicaragua.

El historiador Adolfo Díaz Lacayo lo narra con objetividad en “Nicaragua, Gobiernos, Gobernantes y Genealogías”, estableciendo el orden de los mandos, sus responsabilidades y actuación en la primera línea de fuego.

El 9 de octubre, los guerrilleros se marcharon de Honduras rumbo a Nicaragua; “era una sola columna de combatientes bien apertrechados al mando de Daniel Ortega Saavedra y Víctor Tirado López como segundo jefe, cuyo Estado Mayor integraban Germán Pomares Ordoñez, Joaquín Cuadra y Francisco Rivera, “El Zorro”.

Estaban a solo 5 kilómetros de Ocotal.

“Tal como se había previsto, para la noche siguiente, 12 de octubre, estaban llegando a la Carretera Panamericana Norte, a media distancia entre el puesto fronterizo de Las Manos y la ciudad de Ocotal, frente al portón de una hacienda llamada San Fabián; aunque no de acuerdo a lo planeado, al amanecer del día siguiente 13 de octubre la columna guerrillera tuvo que enfrentarse a guardias nacionales que –previa información recibida– habían llegado al sitio en jeeps y camiones, enfrentamiento que se extendió por seis horas, en el que hubo una matancina de guardias, y el que fue suspendido por los guerrilleros cuando llegaron las avionetas artilladas de la Guardia Nacional ametrallando en picada y lanzando sus rockets. Obligadamente los guerrilleros se retiraron hacia la Cordillera de Dipilto después de ESTA HISTÓRICA PRIMERA VEZ EN QUE EL FSLN SALÍA DE UN COMBATE SIN MUERTOS NI CAPTURADOS (versalitas del autor)” (p.764).

La Historia responde:
El gran teatro de la guerra,
de los fracasos y del triunfo

** Diez años antes, Tomás Borge vio al jovencito Daniel Ortega partir de Pancasán “a regañadientes porque prefería compartir nuestra suerte”

** Por las victorias del Frente Norte en 1977 es que algunos pasan de sus hoteles en Costa Rica directamente a la Historia de Nicaragua

(2ª. Parte)

El historiador Adolfo Díaz Lacayo anota las victorias del Frente Norte, guiado por el Comandante Daniel Ortega:

“Entre el 15 de octubre y el 18 de diciembre de 1977, los fundadores del incipiente frente guerrillero del norte (unos 40), moviéndose en grupos de cinco, diez, quince y dando golpes sin respiro por donde menos lo esperaban, se tomaron temporalmente y con fines específicos (recupere de armas y municiones, realización de mitines políticos, compra de provisiones en pulperías, liberación de prisioneros, etc.,) los poblados de Mozonte, San Fernando, Santa Clara, el puesto fronterizo de Las Manos y otros pueblitos y algunos planteles madereros, ocuparon las haciendas El Volcán, Mi Ilusión, El Amparo, Las Camelias y El Limón, y emboscaron a una patrulla de guardias en el Puente de Lisupo, todo esto muy cerca de Ocotal, Nueva Segovia y no más lejos de unos 25 kilómetros” (p.766).

Mantener la Ofensiva

A pesar de ese empuje de las fuerzas sandinistas, los resultados en Masaya y otros puntos en el país no son halagadores para generar el ansiado epílogo: instalar una Junta de Gobierno conformada en Costa Rica con diversas personalidades. El comandante Daniel Ortega no estaba cómodamente instalado en un hotel de San José, viendo los toros de largo. Todo lo contrario: se movilizaba en las cercanías de Ocotal.

El general Ortega recuerda que “Daniel Ortega y Víctor Tirado están conscientes del fracaso del plan original y deciden mantenerse a la ofensiva en el terreno, sobre las vías de comunicación principal y secundaria atacando objetivos fijos pequeños. Esto a partir del 12 de octubre”.

La campaña en los frentes de combate es decisiva y define el liderazgo sandinista no en una suite de cinco estrellas en el extranjero, ni en una reunión de alto nivel a puertas cerradas en alguna nación vecina, sino en el mismo teatro de operaciones del General Augusto César Sandino: Las Segovias.

Porque los liderazgos verdaderos no se regalan, ni se escogen con el dedo, sino que se ganan.

Humberto Ortega, expone: “Esta columna del Frente Norte Carlos Fonseca Amador es la primera experiencia de las luchas guerrilleras desde finales de 1950, que logra mantenerse a la ofensiva durante varios meses sobre un limitado territorio, causando importantes bajas al enemigo… En todo el mes de diciembre de 1977, se mantiene la ofensiva sandinista en El Amparo, el Plantel de la Plywood, Las Camelias, El Limón y otras poblaciones. El 2 de diciembre, en la toma del poblado de Santa Clara y del puesto fronterizo de Las Manos. La Columna recupera armamento y documentación” (LEI, p. 403).

Todos estos eventos que transformaron el curso de la guerra y marcaron el camino de la Revolución, ¿cómo lo asimilaron los “disidentes” del foquismo que habían dejado tirada la derrota en la montaña donde nunca “enterraron el corazón del enemigo”?

El general Ortega escribe: “En enero de 1978, después de varios meses de marcha en la montaña sale a Honduras el grupo de Hugo Torres, quien también se suma al Tercerismo” (LEI, p. 344).

Torres reconoce cómo estaban entonces y revela los efectos emocionales al ingresar a Honduras y comenzar a ponerse al tanto: “El hecho de no saber nada sobre lo que ocurría en nuestro país, más lo que acabábamos de escuchar de boca de estos campesinos, nos causaba zozobra y una sensación de aislamiento de la realidad que queríamos transformar.

“¿Qué había ocurrido en Nicaragua durante estos dos últimos años? ¿Cómo se llegó a una situación como la que estaba ocurriendo en ese momento?” (RN, p.363).

El mismo autor reconoce en su libro, una jerarquía en la dirección del triunfo revolucionario y se contesta cómo se había llegado a la “situación” que “estaba ocurriendo”:

“Se habían producido los ataques que la Tendencia Insurreccional, liderada por Daniel Ortega, Víctor Tirado y Humberto Ortega, lanzó en octubre del 77, contra guarniciones y unidades móviles de la GN en San Carlos, Río San Juan, Masaya y Nueva Segovia (RN, p.349).

Otro jalón en la Historia

2 de febrero de 1978. Ataques en Rivas y Granada. “Simultáneamente, el Frente Norte bajo la dirección de Daniel Ortega, Víctor Tirado y Germán Pomares, ataca el campamento anti-guerrillero de la GN en Santa Clara…” (LEI, p. 418).

“El impacto nacional de los ataques de octubre, y los logros militares del Frente Norte que ‘llenan el vacío’ que provoca el fracaso del Plan General, nos permite implementar la maniobra política del Grupo de los 12” (Humberto Ortega, La Odisea por Nicaragua, 2013, p. 81).

Es decir, la entrada en la Historia de los Sergio Ramírez, los Tunnermann, el Grupo de Los 12 en sí y otros, es una consecuencia directa de las victorias políticas y militares comandadas por Daniel Ortega y los guerrilleros.

La relevancia de la columna dirigida por el comandante Daniel Ortega potencia aún más al Frente Sandinista: “Con la exitosa actividad militar del Frente Norte y con la incorporación en el escenario político nacional e internacional del Grupo de los 12, en alianza con los Terceristas, se logra amortiguar el fracaso del intento insurreccional de octubre” (LEI, p.408).

Estas victorias realmente prolongadas –lideradas por el líder del sandinismo, Daniel Ortega, desde octubre de 1977 y los siguientes meses de 1978– ya no se detendrían, lo que contrasta con la situación de la BPU, donde los pocos combatientes abandonan la guerrilla: “En los primeros meses de 1978 el Jefe de la Montaña Henry Ruiz abandona definitivamente las selvas de la Montaña y se traslada a Managua y luego a Costa Rica” (LEI p345).

Dejar tirado lo que con tanto ardor de creyó una vez, y echarle la culpa a otros de los propios fracasos en vez de asumirlos, todo por leer de manera errada y mecánica la realidad, alejado de los valores y el sentimiento del pueblo nicaragüense, no es una actitud revolucionaria. Peor, decir que “Daniel Ortega se apoderó del FSLN” es una infamia.

Ante esa desolación, Daniel supo intuir el Moméntum de Nicaragua, algo que otros no fueron capaces ni siquiera de formarse una idea por rudimentaria que sea. Y él mismo sintetiza, en 1978, cómo el Frente Sandinista entra con fuerza a mover la Historia de Nicaragua: “Respondimos con la acción armada revolucionaria a una situación concreta, en vez de quedarnos en los análisis…” LIS, p.89).

El 17 de septiembre de 1978, el Comandante Daniel Ortega junto con Edén Pastora, jefe del Frente Sur, logra apoderarse de Peñas Blancas, aunque luego la GN recupera el sitio.

En 1979, sin desatender la dirección militar, Daniel trabaja la conformación del nuevo gobierno.

Es el Daniel que el 22 de junio de 1967 era el Responsable Militar de la Resistencia Urbana, como lo testimonia el comandante Tomás Borge en “La Paciente Impaciencia” (1989).
Es el Daniel que aquel año debió dejar la guerrilla campesina, pues así se lo ordenó Carlos Fonseca, quien lo necesitaba más que en la Montaña, en la urbe.

Y fueron las ciudades y sus periferias, principalmente, el mapa vivo de las manifestaciones, las protestas, las huelgas, las vapuleadas, la clandestinidad, la cárcel, las torturas, el martirio…

Ahí estaba el gran teatro de la guerra, de los fracasos y del triunfo final…, ahí estaba el líder del Sandinismo, aquel Daniel que Tomás vio partir de Pancasán “a regañadientes porque prefería compartir nuestra suerte” (LPI, p.320).

El dato mayor

Si un hombre ha escapado de la muerte tantas veces, si además ha soportado las torturas, la dilatada prisión en las ergástulas de la dictadura, los peligros de la represión en Managua, Las Segovias, Rivas, el Mombacho, Granada…, el acecho constante del peligro mortal, las conspiraciones contra su liderazgo, la obsesión de Ronald Reagan por destruirlo, y la obstinación de los sectores más conservadores para extinguirlo a él y al sandinismo, entonces ese hombre que nunca se ha ufanado del alto rango que la Historia le ha entregado, es más que “un sobreviviente”, como él ha dicho.

Solo hay una respuesta mayor que la Historia del por qué Daniel Ortega es quién es y por qué ha sobrevivido: “Si Jehová no edificare la casa,/ En vano trabajan los que la edifican;/ Si Jehová no guardare la ciudad,/ En vano vela la guardia” (Salmo 127).

Pregúntense entonces por qué un varón de Dios, el finado reverendo de Estados Unidos, David Spencer, se sintió inspirado de lo Alto para proclamar el 24 de febrero de 2018: “Porque dicen las Sagradas Escrituras en Efesios 1:4: ‘Yo te escogí antes de la fundación del mundo’. Usted no está ahí por estar ahí… ¡Dios te escogió! Porque Dios quita Reyes y pone Reyes, y Él te puso; nadie que está gobernando está ahí por casualidad”.

Lo demás es parte de la mitología del odio y del rencor. Y nada de eso, estamos claro, proviene del Altísimo.

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