La sabiduría popular es aleccionadora, sobre todo aquella que desde el decir de la ironía te describe desde una pequeña frase todo lo que una persona o un grupo es capaz hacer para esconder sus culpas, aunque estas sean inocultables.
Una de esas frases es aquella que refiere al cinismo de quienes, cogidos con las manos en la masa, vistos por miles de ojos, aún con el cañón humeante después de haber disparado a matar te dicen que el culpable fue otro.
Un ejemplo típico, muy propio en barrios donde solo estrellas viven, ya saben individuos tatuados, con pantalones de media nalga, desgreñados, hediondos, drogados y con gruesos expedientes en la policía asaltan a cualquier parroquiano, los ven, los denuncian y cuando los “azulitos” los llegan a traerlos entonces te dicen que los agarraron por puro aire, que ellos no hicieron nada, aunque tengan entre sus manos el celular, la cartera, la cadena o cualquier otra cosa que pistola o cuchillo en mano le quitaron a su víctima.
Esos tipejos, generalmente pandilleros y drogadictos, que han llegado a matar gente para despojarles hasta de un celular chiclero o de algunos centavos para el bus, matan y van al entierro y llegan a la vela para instalarse a beber guaro o jugar naipe y van al entierro y hasta lloran sobre el cadáver de aquel al que arrancaron la vida.
Esos son cínicos que escamotean sus mentiras actuando dolores que jamás sintieron para que pensemos que son mansas palomas. Son sinvergüenzas que ejecutan actos deshonestos con los demás y su actitud los lleva a engañar o mentir sin importar las consecuencias porque el fin es cometer malas acciones de forma descarada.
Nicaragua padece, desde el discurso de la politiqueria y las acciones descarnadamente ofensivas de un sector del país, una descarga venenosa que en distintos niveles pretende encontrar en la paciencia ciudadana mentes incapaces de ver cómo la desvergüenza asume roles descarados para desarrollar toda esa trama maligna que hemos conocido a lo largo y ancho del último año y un poco más, en los que el país pasó de una hermosa ilusión palpable de estabilidad y seguridad, a estar bajo el fuego sostenido de la una necedad inaudita e insaciable en su afán por ver arrasada nuestra tierra.
No voy a decir que la situación que vivimos por no existir tranques y barricadas ya está superada, tampoco que recuperamos la paz, al menos como la quisiéramos o que retornó la estabilidad y la seguridad, de ninguna manera.
Hoy por hoy sin embargo toda aquella violencia desatada por los golpistas mermó considerablemente y Gracias a Dios pararon los muertos producidos por el odio que nos pretendía conducir a una guerra fratricida, pero tenemos un problema político con el que lidiar internamente y una conspiración internacional estimulada y deseada por los sirvientes nacionales del imperio que enfrentar. En la batalla política y en la odiosa expresión de violencia del golpismo, el cinismo, de acuerdo al guion establecido, juega un sitial estratégico para hacer de la mentira una verdad falsa que contrasta con la realidad de nuestros días.
Desde su mentira desde el cinismo con el que se visten quieren poner al mundo en nuestra contra porque en Nicaragua todos ellos, los puchos, los descerebrados, son un cascaron vacío donde ni las apariencias les favorecen ante tanta debilidad y división en la champa que cada uno de ellos se hizo.
Es impresionante el pinocheo que les caracteriza para pretender imponer, lo que ellos creen es una causa, en la inocencia y candidez de los que hasta ahora han creído tanta falacia, pero que vienen de vuelta viendo sobre el camino cualquier cantidad de mentiras. No quiero establecer ningún orden cronológico en específico, pero quiero poner sobre la mesa algunos absurdos sobre los cuales los nicaragüenses deben meditar.
Los vándalos vendieron que los tranques eran una expresión cívica y cuando el pueblo se hartó de los secuestros, asesinatos, violaciones, peajes y puntos de torturas, llegaron a decir que al ser levantados se les estaba violentando su derecho a la manifestación “pacífica” y ahora resulta que es, tan evidente la verdad, que ahora no tienen más remedio que aceptar que fueron tranques violentos y sangrientos.
Hay un grupo de voceros del fracasado golpe contra el estado donde hay comentaristas, periodistas que antagonizan con el apostolado de la profesión y dueños de medios que llaman “violación a la libertad de expresión” a todo lo que sin detentes, sin escrúpulos y sin medida dicen contra cualquier autoridad independientemente del tamaño colosal que tenga cada una de sus mentiras. Por eso nadie les dice nada, no hay sobre ellos el más mínimo amago que los limite como pasa en otros países y como lo saben, el tono de sus insultos va en ascenso y entre más se sienten ignorados más jochan porque siempre andan en busca de un reclamo contra ellos para decir que la “dictadura” los hostiga, aunque la verdad la autoridad tendría suficientes razones para guardarlos porque lo que hacen es estimular baños de sangre y eso es delito, aquí y en cualquier parte.
Aquí descaradamente hasta el obispo Juan Abelardo Mata amenazó de muerte, nada más y nada menos que a Daniel Ortega, y lo hizo públicamente, porque me imagino que cree que el hábito religioso lo inmuniza contra la ley. Qué contra sentido, un obispo amenazando de muerte a un presidente que fue un guerrillero que ahora es quien habla de paz.
De la misma forma otros de sus colegas, Leopoldo Brenes, Silvio Báez, gracias a Dios lejos de aquí y Rolando Álvarez, diciéndose mediadores y testigos de un diálogo donde actuaban descaradamente como parte del oposicionismo, se dieron a la terea de llamar, en el nombre de Dios, a la sedición y creyéndoselo tan legítimo, llegaron a pensar que el pueblo los aplaudiría y hoy se realizan solos en los templos porque estos ahora no se llenan con feligreses sino con terroristas.
Estos que se dicen pastores y que han sido elevados a la condición de “Héroes” por el terrorismo fueron tan lejos, que después que Masaya fue liberada de tranques por los propios secuestrados fueron en caravana, con el santísimo en alto, no a dar gracias a Dios porque la ciudad de las flores había dejado de ser rehén, sino para estimular a los terroristas, que por entonces ya preparaban su desbandada y para que volvieran a levantar los tranques porque esa era el arma de presión que ellos, los “mediadores y testigos” tenían para exigir la salida del poder de Daniel Ortega y detrás de este el fin de todo lo que represente sandinismo.
El cinismo ha sido además de los llamados empresarios que ahora quieren poner cara de preocupados por la situación del país que dicen es responsabilidad del Presidente de la República y en diferentes líneas y con la misma preocupación editorializa La Prensa y lo hacia el extinto Nuevo Diario, cuando sus escribanos, junto a los del COSEP destruyeron la economía que teníamos y son los culpables de la instrumentalización laboral de sus empleados para sus fines políticos y son los culpables de las miles y miles de plazas de trabajo perdidas y son los culpables de los cienes de millones de dólares retirados en concepto de depósitos bancarios y lo son de la pérdida en el sector estatal de más de 900 millones de dólares, del tremendo daño al turismo, de la inflación que se nos viene, de la profundización de la crisis del INSS y de la recesión y de la inflación que tenemos encima.
Es increíble el cinismo de toda esta gente y lo más cínico de todo es que dicen que actúan en beneficio de la patria y para sus efectos se venden como libertadores para hablar de una democracia que niegan desde el caos, la intransigencia, el despotismo y la voluntad dictatorial que les caracteriza porque son incapaces de soportarse entre ellos mismos y lo único que tienen en común son los dólares que reciben de los Estados Unidos con el que se alían para pretender destruir un país que no tengo duda está en la manos de su verdadero pueblo.
Uno se queda impresionado del cinismo de tan malos nicaragüenses que como carroñeros comen la carne descompuesta de los cadáveres que por ellos contamos y que solo portan en fotos porque si de compartir con las madres o las viudas o los huérfanos, algo del millonario presupuesto que les asigna la embajada americana para destruir nuestro país, ahí no valen, no son útiles, pues desde ese punto de vista lo muertos, muertos están.
Lo más reciente de estos que matan y van al entierro fue la más fresca exposición de Arturo Cruz Jr, ex-embajador de Nicaragua en Washington en el gobierno de Daniel Ortega desde el cual siempre dijo que aquí todo estaba pijudo, el gurú de los Washingtólogos, el que cuando habla, los puchos callan y ven a la verdad personificada, sobre todo cuando descubre el agua helada y dice que Nicaragua vive una crisis económica, que para cruzar el torrencial Rubicón, el país requiere mil millones de dólares y que su modelo está agotado.
Arturo Cruz Jr tiene razón, pero él no es el indicado, ni el agente moral correcto para decirlo porque es parte del mal causado, es parte del golpe, es parte de los culpables que descarrilaron la economía que teníamos antes del 18 de abril. Hablar fluido, hablar bonito, construir metáforas, no es suficiente para decirnos cosas que ya sabemos, pero de la que se sustrae como co-responsable de lo que nos hicieron y que nos aterriza “descubriendo” que necesitamos mil millones de dólares para una economía que ellos se la trajeron al suelo cuando nos ocasionaron pérdidas por más de mil ochocientos.
Arturo Cruz Jr mata y va al entierro como igual lo hace Mario Arana, quien dijo cínicamente que había que poner a los pobres en el centro de la mesa como si él sintiera ese efecto en beneficio de aquellos a los que las oligarquías, clase a la que él pertenece, sintiera y que les mantiene la cabeza bajo la suela de las botas con las que históricamente siempre humillaron y denigraron a la gente más pobre del país.
Lo de esta gente es cinismo puro y por eso digo que matan y van al entierro. Sus “preocupaciones” por el destino y economía del país son en realidad la expresión de la más rancia hipocresía porque, además, lloran lágrimas de cocodrilo, que es el deleite de esa bestia que lagrimea de felicidad mientras tritura y despedaza a sus víctimas.
QUE DIOS BENDIGA A NICARAGUA.