Todo lo que pueda saber a ridículo es una particularidad que generalmente choca con el sentido común y molesta por su inmenso grado de torpeza, pero también genera un placer especial, diría cuasi humorístico, porque muchas veces quienes incurren en él son individuos francamente descerebrados por su infinito nivel de incongruencia pues a fin de llamar la atención no les importa lastimarse como personas desde la percepción de quien observa sus estupideces.
Esos o esas que hacen el ridículo no están solos porque por cada desenfreno que hacen, ahora con la inmediatez de las redes sociales, hay miles y miles de ojos muy críticos siguiendo la acción que desde el teatro de lo absurdo lo único que pretende es llamar la atención y créanme que lo logran pues luego del ridículo vienen los comentarios en medio de un humor satírico que pone en relieve la demencia de los actores.
El ridículo es una manifestación de figuración que busca la notoriedad y sin importar qué haga, donde lo haga y porque lo haga, no pretende un fin como tal o encontrar un propósito, sino satisfacer la vanidad, atraer a los camarógrafos y a los fotógrafos para que lo observen y así mediáticamente posicionarme de un espacio cuando apunta a gravitar en la esfera política que es el enfoque fundamental que hoy me ocupa.
Dentro del pretendido oposicionismo al actual partido de gobierno, el ridículo siempre está en alto relieve. Es más, si lo ridículo fuera una marca no sería difícil verla estampada en la frente de cada una de esas “celebridades” que se destacan por sus altos niveles de brutalidad, que, por tal razón, no les permite analizar que de cada acto descerebrado que exhiben el impacto lo reciben ellos porque lo que hacen no tiene ni pie ni cabeza y es solo la expresión más frustrada de quien perdió toda capacidad para producir y convencer y eso es algo que entre más derrotas acumulan más evidente se vuelve y no se detienen a considerar el nivel de rechazo que están generando en una población que está harta de tanto ridículo.
Sobre el ridículo de esta oposición que se dice nicaragüense pero que piensa, habla y actúa en inglés y por cierto muchos solo lo medio machacan, hay muchas aristas de las cuales agarrarnos para desmenuzarlos, pero de arranque detengámonos en el contexto del mes en el que estamos y el próximo a donde vamos. ¿Ya se fijaron que en las rotondas ya se comenzaron a montar los primeros escenarios navideños; que actores económicos e instituciones públicas hacen esfuerzos comunes para promover las promociones propias de la temporada que se nos viene; ya se fijaron en el comercio que comienza a mostrar los inventarios que el año pasado no lograron vender por la crisis que generó el ridículo y que los han juntado con nuevas mercaderías que ya se exhiben en los ventanales de los centros comerciales o en los estantes de los mercados donde por adelantado ya sentimos los aires navideños que arreciaran más éste 21 de noviembre cuando los aguinaldos del sector estatal se distribuyan; ya se fijaron que en los canales de televisión ya hay anuncios característicos que nos dicen que se nos viene la devoción Mariana, los Nacimientos al Niño Dios y la noche buena en la que la familia es el más grande de los símbolos?
No tengo duda que la gran mayoría de los nicaragüenses ya nos fijamos en esos detalles, pero el ridículo no, porque esté siendo cuatro puchos descerebrados, que se creen guerreros, quiere irse de frente y amargarle la fiesta a un ejército, a un pueblo que quiere paz, que quiere ir a los centros comerciales, a disfrutar en el previo de la temporada navideña, a explorar qué promociones hay, pero se frustra, se indigna, se molesta, se arrecha, cuando una terrorista vandálica, la tal Zaida Hernández, la misma que se auto secuestra, que se fue de bacanal quien sabe a qué arrabal y después apareció demacrada, luego de tres noches de desenfreno, aparece una y otra vez en Metrocentro haciéndose acompañar por otros cuatro ridículos para aterrorizar a los clientes de ese lugar donde acuden familias con ancianos y niños que se aturden con ladridos ensordecedores que repiten consignas absurdas que llaman la atención solo por su grado de estupidez y lo hacen frente a una policía que en el ejercicio pleno de sus facultades brinda seguridad a los ciudadanos y que infamemente termina siendo insultada por animales que por menos que eso en otros países van inmediatamente a la cárcel.
Todo eso es un espectáculo de poca monta y lo repiten no porque tengan un miligramo de razón sino para ver qué resulta de situaciones fortuitas como por ejemplo que algún ciudadano indignado y harto de tantas estupideces los enfrente y les de su merecido, su cachiporreada pues, y solo para denunciar después que un “parapolicía o fanático” del gobierno los agredió y logren con ello que los descerebrados de la CIDH en la O.E.A condene un acto donde la verdad lo que existió fue una reacción de justicia espontánea ante tanta, perdónenme, perdónenme la palabra, ante tanta JO-DE-DE-RA por parte de estos esperpentos a los que ahora se suma un periodista de Canal 12 que por irse chiqueando más de lo debido se enredó entre las de andar y cayó y ahora resulta que lo empujó un policía cuando el mismo video refleja que el azulito más cercano que tenía estaba a por lo menos cuatro metros, pero como la criatura esta es de esos ultra mega, giga, tera, hiper narcisos, de esos que hacen Facebook Live desde los salones donde se hace peinados encopetados, entonces montó el show de la mano quebrada y que ahora luce como cicatriz de guerra para proyectarse con héroe de la mentira.
Todos estos agentes del ridículo, sin duda alguna, hace pasar a sus propios padres y familiares una gran vergüenza porque lo que hacen no tiene sentido y quiero dejarlo bien claro. No se trata esto de una negación al derecho a la protesta o a la manifestación, porque siempre que han querido, no importa cuántos contados con los dedos de las manos sean, decir cualquier cosa al presidente o al gobierno lo han hecho y frente a una policía ofendida y maltratada con insultos que está acompañándoles, para que no agredan a nadie, ni violente el derecho que otros tenemos a transitar libremente y en paz y nadie por eso ha caído preso, aunque hayan en su estupidez hasta irrespetado y manoseado a la autoridad y eso vale para reconocer en nuestros “azulitos” el inmenso grado de tolerancia que tiene la Policía Nacional.
Aquí violación a los derechos humanos es lo que estos ridículos puchos hacen en los Centros Comerciales a donde el nicaragüense va para comprar o distraerse solo o en familia, pero no a ser un posible candidato a la agresión terrorista de estos vandálicos que se les da fácil fastidiar a la inmensa mayoría que les rechaza.
¿Esta gentecita por qué no protesta en una esquina de cualquier parte; por qué lo hacen en un centro comercial donde afectan al empresario que quiere salir adelante luego del daño que el terrorismo le causó; qué afán es ese de creer que el nicaragüense puede estar contento con esas actitudes pues ni aquellos que en un momento fueron manipulados los sigue en el presente?
Por eso hablo de lo ridículo que son porque teniendo tantos lugares dónde protestar lo hacen dónde más odio se granjean y lo peor arrecian con esas estupideces en momentos que nos acercamos a una temporada donde todos queremos crear espacios de convivencia, de fraternidad y en consecuencia de paz porque vamos hacia ese tiempo de Purísimas, de Nacimientos, de tradiciones espirituales, de familia y de reflexión que deberían merecer nuestras más altísimas consideraciones en beneficio de reflexiones por el futuro del país.
QUE DIOS BENDIGA A NICARAGUA.