Opinión
febrero 18, 2019

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EL HÁBITO NO HACE AL MONJE.

Dando la bienvenida a la semana, Moisés Absalón Pastora compartió su visión sobre los hechos relevantes que ocurrieron durante el fin de semana recién terminado, durante su programa Detalles del Momento. En esta ocasión quiso recalcar el papel de los curas de cúpula religiosa nicaragüense, que lejos de actuar como profesionales de la fe, han demostrado ser personas corruptas, entregadas a intereses políticos, que se escudan bajo la sotana:

“Siempre he sostenido que la mejor relación que uno puede tener con Dios es la personal, directa y sin intermediarios u otras personas que desde el rol del profesional de la fe terminan con sus acciones, actitudes y malos ejemplos haciéndote perder la fe.

Cuando yo llegué a la Fraternidad de Hombres de Negocios, me gustó eso de que en la fraternidad era prohibido prohibir y lo asocié a que podía estar bien con Dios sin que me dijeran nada por mis vicios.

Me tomó tiempo entenderlo, que lo de “prohibido prohibir” era solo un imán de atracción, después uno comprende que no es posible ser borracho, drogadicto, jugador y mujeriego y a la vez servir a Dios, menos aún como profesional de la fe. Si en un laico es reprochable, en alguien con estatus teológico para predicar desde un púlpito, amerita no solo la condena pública, sino el total y pleno castigo por ser una ofensa mayúscula contra el Creador.

A eso de las 7:15 de la noche del miércoles 13 fue detenido por agentes de la Policía, el sacerdote Edwin Román, párroco de la iglesia San Miguel Arcángel de Masaya, en el kilómetro 33 de la carretera Masaya-Catarina, sobre la que conducía zigzagueantemente.

El referido sotanudo, fotografiado en una cantina de mala muerte, conducía en estado ebriedad, esto solo debería ser el corolario para decisiones disciplinarias que apliquen sobre el indolente y absurdo comunicado emitido por la Diócesis de Managua que pretende retratarlo como víctima.

Edwin Román es famosos desde muy atrás, porque se metió como actor, de los hechos que desde Masaya originaron la sedición financiada por Estados Unidos, como parte de un golpe contra el Estado de Nicaragua.

Avalado otra vez por Silvio Báez, a pesar de las pruebas que fácilmente se le enrostran, dice que es víctima de una campaña de desprestigio. No hay duda que el hábito no hace al monje. Hay muchos en la iglesia católica que podrán vestirse de curitas, de cardenales y hasta de Papas, que lleno de luchas palaciegas por el poder se disfraza desde santidades.

Gaspar Garcia Laviana asumió una conducta política contra la dictadura dinástica de Anastacio Somoza, pero antes de hacerlo colgó los hábitos y ofreció su propia vida.

Edwin Román que menos mal en su borrachera fue detenido a tiempo, porque pudo seguir matando gente, de la misma forma que lo hizo en los tres meses posteriores al 18 de abril, y que la Diócesis de Managua en vez de sancionarlo, como corresponde, más bien lo acompañara en este momento de injusta persecución.

A mí no me vengan a contar cuentos de camino con eso de que cualquiera puede cometer un desliz, bien te dicen que la infidelidad es pecado, pero se limpian con el celibato.

Edwin Román no está escandalizando a la sociedad porque sea piruca, sino que además de eso, por lo que hizo en Masaya cuando el terrorismo quiso asaltar el poder, porque fue quien le negó la misma de cuerpo presente a los restos mortales del maestro de generaciones Enrique Peña Hernández, por el gran pecado de que este era simpatizante del partido de Gobierno.

A mí no me vengan a decir que debemos ver como un desliz de la carne la actitud violenta del cura Jaime Montesino, que agredió a patadas a unas pobres mujeres en el atrio del propio templo. Como aquel de San Benito que preguntó a los presentes en una misa que quienes eran los sandinistas y fueron humillados y corridos del templo. El cura de la iglesia Juan Bautista cuando en el contexto del terrorismo, lo llaman para preguntar qué hacer con un ciudadano sandinista que os vándalos tenían secuestrado, Harving Padilla, les respondió que había que lanzarlo a una letrina para esconderlo a como diera lugar. Padre Berrios, de la Iglesia Laborío de la ciudad de León, que consintió que dentro del templo fuera torturado frente a las cámaras, y cuando la víctima le pide que intercede por él, lo que hace es decirle a los bárbaros, que dejen de filmar porque eso podía ser una evidencia. Al sotanudo de la Iglesia Santiago Apóstol de Carazo, padre de dos hijos, cuando hizo de la Iglesia un cuartel.

Este asunto de Edwin Román, al que vamos a identificar como San Piruca, provoca una inadmisible reacción de la jerarquía católica frente a monumentales tropelías que sus representantes cometen a nombre del Creador.”

Como siempre, Pastora culminó su pronunciamiento pronunciando su frase “Que Dios bendiga a Nicaragua”, con mucha más razón esta vez, tomando en cuenta el tipo de representantes religiosos que tenemos en el país.

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