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febrero 21, 2019

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Aquel Amigo, poema de Pablo Neruda dedicado al General Augusto C. Sandino

Fuente: 19 Digital

AQUEL AMIGO

Después Sandino atravesó la selva y despeñó su pólvora sagrada contra marinerías bandoleras

en Nueva York crecidas y pagadas: ardió

la tierra, resonó el follaje:

el yanqui no esperó lo que pasaba: se

vestía muy bien para la guerra brillaban

sus zapatos y sus armas, pero por

experiencia supo pronto quiénes eran

Sandino y Nicaragua: todo era tumba de

ladrones rubios: el aire, el árbol, el

camino, el agua, surgían guerrilleros de

Sandino hasta del whisky que se

destapaban y enfermaban de muerte

repentina los gloriosos guerreros de

Luisiana acostumbrados a colgar los

negros mostrando valentía sobrehumana:

dos mil encapuchados ocupados

en un negro, una soga y una rama. Aquí

eran diferentes los negocios:

Sandino acometía y esperaba,

Sandino era la noche que venía

y era la luz del mar que los mataba,

Sandino era una torre con banderas,

Sandino era un fusil con esperanzas.

Eran muy diferentes las lecciones,

en West Point era limpia la enseñanza:

nunca les enseñaron en la escuela

que podía morir el que mataba:

los norteamericanos no aprendieron

que amamos nuestra pobre tierra amada

y que defenderemos las banderas

que con dolor y amor fueron creadas.

Si no aprendieron esto en Filadelfia

lo supieron con sangre en Nicaragua:

allí esperaba el capitán del pueblo:

Augusto C. Sandino se llamaba.

Y en este canto quedará su nombre

estupendo como una llamarada

para que nos dé luz y nos dé fuego

en la continuación de sus batallas.

Pablo Neruda. Canción de Gesta. 1960