El referente de la Cruzada Nacional de Alfabetización ha conseguido calar en la mente y en el corazón de los jóvenes del nuevo milenio, como el mayor acto de amor a la Patria.
Decía Allende “Ser joven y no ser Revolucionario, es una contradicción hasta biológica”, y cuánta razón tenía, y nuestros padres lo sabían, es por eso que se montaron en el barco cuando les tocó cambiar el fusil por el lápiz, el machete por cuaderno, e internarse en las entrañas de la montaña, esta vez para llevar las letras a todos los lugares olvidados del país.
La revolución se presenta en diferentes tareas, y la juventud sandinista ha estado siempre dispuesta a cumplirlas.
El primer paso para la hazaña, fue estudiar las experiencias previas de alfabetización popular en la hermana república de Cuba, y otras como Mozambique, Guinea-Bissau y Cabo Verde. Se planificó un método de enseñanza y talleres de capacitación, todo fue consultado con organismos internacionales, como la UNESCO y con asesoría del Profesor Paulo Freire. Una vez listo, se conformó el Ejército Popular de Alfabetización y los grupos de alfabetización urbana.
Al final de la Cruzada, cayeron 59 compañeros y compañeras alfabetizadores, de un total de 95,582 participantes, entre estudiantes, maestros, trabajadores de la salud y el equipo de logística. El 50% de Nicaragua vivía en total ignorancia; el número logró reducirse al 12%, quedando 406,056 nicaragüenses alfabetizados para Agosto de 1980. Un mes después, se realizó otra Cruzada para la alfabetización en Inglés, Miskito y Sumo, con el objetivo de alfabetizar a 16,500 nicaragüenses de la Costa Caribe.
Para los jóvenes actuales, el legado de los fundadores es el compromiso con la causa sandinista, con los ideales de justicia social que perseguía el Comandante Carlos Fonseca. Siempre sentiremos admiración y respeto por los compañeros que dejaron su vida a un lado para echar a andar la patria, después de haber sido por años saboteada por los intereses yanquis, a mano del Dictador Somoza.
