Opinión
abril 30, 2019

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Primero de Mayo luctuoso

Siempre me he desligado, cada vez y cuando hay un acontecimiento de relevancia mundial que conmemore por ejemplo el Día Internacional del Periodista, el Día Internacional de la Mujer o el Día Internacional del Trabajador, solo por invocar algunos de esos aniversarios que me son más importantes, de aquellas voces que siempre te dicen no hay nada que celebrar y aunque hayan avances que pueden ser palpables los que hacen politiquería con esos temas se quedan solo en la tragedia que originó esas fechas pero jamás en lo que el presente hace para que no se vuelvan a repetir.
Este Primero de Mayo los trabajadores conmemoran una gran fiesta del movimiento obrero mundial, pero muchos desconocen por qué se celebra esta fecha y porque tanta sangre se derramó por ello porque en realidad este es un homenaje a los consagrados Mártires de Chicago que se inmolaron por derechos que nos prevalecen.
Hablamos de sindicalistas que fueron ejecutados en Estados Unidos, en el Imperio, por participar en las jornadas de lucha por la consecución de la jornada laboral de 8 horas, que tuvieron su origen en la huelga iniciada el 1 de mayo de 1886 y su punto álgido 3 días más tarde, el 4 de mayo, en la Revuelta de Haymarket. A partir de entonces se convirtió en una jornada reivindicativa de los derechos de los trabajadores en sentido general que es celebrada en mayor o menor medida en todo el mundo. Algunos países se niegan a dar este reconocimiento a la lucha obrera. Por ejemplo, en Estados Unidos no se celebra porque fue la voluntad imperial la que decidió la masacre.
La historia recoge que, a fines del siglo XIX, Chicago era la segunda ciudad en número de habitantes del país y miles de los brazos laborales que se fueron al paro en demanda de reivindicaciones básicas de los trabajadores se impusieron luchar por una jornada laboral de ocho horas. Uno de los objetivos prioritarios era hacer valer la máxima irrenunciable de: “Ocho horas de trabajo, ocho horas de ocio y ocho horas de descanso”.
Así las cosas, el 1 de mayo de 1886, 200.000 trabajadores iniciaron una huelga. En Chicago, las movilizaciones siguieron los días 2 y 3 de mayo. La única fábrica que trabajaba era la de maquinaria agrícola McCormic, en huelga desde el 16 de febrero, y donde la producción se mantenía a base de esquiroles o rompe huelgas.
El día 2 de mayo, la policía había disuelto violentamente una manifestación de más de 50.000 personas y el día 3 se celebraba una concentración en frente de sus puertas; cuando estaba en la tribuna el anarquista, así llamaban a los sindicalistas, August Spies, sonó la sirena de salida de un turno de los rompehuelgas. Entonces compañía de policías, sin aviso alguno, procedió a disparar a quemarropa sobre la gente produciendo 6 muertos y varias decenas de heridos.
La proclama terminaba convocando un acto de protesta para el día siguiente, el día 4, a las 16:00 horas, en la plaza Haymarket. Se consiguió un permiso del alcalde para hacer un acto a las 19.30 en el parque Haymarket donde lo que sucedió fue una masacre que quedó para la historia. Entonces se declaró el estado de sitio y el toque de queda deteniendo a centenares de trabajadores que fueron golpeados y torturados, acusados del asesinato de un policía. Los sucesos de Chicago además costaron la vida de muchos trabajadores y dirigentes sindicales; no existe un número exacto, pero fueron miles los despedidos, detenidos, procesados, heridos de bala o torturados. La mayoría eran inmigrantes europeos: italianos, españoles, alemanes, irlandeses, rusos, polacos y de otros países eslavos.
A finales de mayo de 1886 varios sectores patronales accedieron a otorgar la jornada de 8 horas a varios centenares de miles de obreros y desde entonces la fuerza conjunta de la clase trabajadora, asumió desde una posición de clase, una lucha inclaudicable contra la clase empresarial o la patronal sin cuartel y sin detentes a través de una organización sindical que los convirtió en un poder que supo humanizar un poco a tanta explotación, que aun después de la masacre contra los Mártires de Chicago, se niega a conciliar que no hay desarrollo ni crecimiento de capital sin la fuerza indiscutible de los trabajadores.
En el caso específico de Nicaragua es innegable que el sindicalismo en sus diferentes etapas ha logrado avances significativos por efectos de una visión social cultivada desde la revolución de 1979, que fue posesionándose o arrancando espacios en los gobiernos de Violeta Barrios, de Arnoldo Alemán y Enrique Bolaños y que encontró su mayor nivel de conquista y satisfacción con la retoma del poder de Daniel Ortega en el 2007.
Desde aquel 2007 la clase trabajadora en Nicaragua se vio menos desempleada, alcanzó mejoras salariales periódicamente revisadas por ley, fue incorporada por mandato constitucional como parte de una trilogía donde además están los trabajadores y el Estado como esencia creadora de las condiciones que permitieran el desarrollo del país donde gana la familia, el hogar y la sociedad integralmente porque la convicción de la clase trabajadora por sentirse realizada se refleja en la estabilidad laboral en la inmensa mayoría de las empresas donde pocas huelgas las afectaron porque la negociación fue privilegiada como política integral y no la fuerza en la lucha de clases.
Desgraciadamente debo reconocer que, para los trabajadores, todo eso que caminaba tan bien, a partir de esa fecha trágica, 18 de abril, que marca un antes y un después para Nicaragua, se vino al suelo porque éste primero de mayo, ahora que conocemos los saldos trágicos en vidas humanos y pérdidas económicas que el gran capital, los explotadores de ayer y de siempre nos impusieron como consecuencia, nos vale para decir y con aplomo que ahora sí no hay nada que celebrar.
Este Primero de Mayo los trabajadores a través de sus líderes sindicales se lamentarán porque los desempleados se cuentan por decenas de miles, denunciarán que por las mismas razones miles de miles están de baja en el seguro social porque si no estás empleado tampoco estas asegurado; lamentarán que el salario mínimo no haya sido revisado en su último intento porque las condiciones actuales no lo permiten; lamentaran en consecuencia la falta de paz en sus hogares, la falta de la seguridad social, la tibia inversión pública por la reducción presupuestaria y muchas otras cosas que no debieron padecer porque hoy sí están peor que ayer.
Los trabajadores sin embargo no dejarán de conmemorar éste Primero de Mayo porque los de hoy están inspirados por los Mártires de Chicago y menos ahora que han sido martirizados por algunos empresarios, por los del gran capital y por el tal Cosep porque ellos fueron nacionalmente los financieros de aquel terror por el cual nuestra fuerza laboral tiene que recomponer sus estrategias y prepararnos para un largo recorrido porque esto tomará su tiempo para volver a la nación que teníamos antes del 18 de abril.
QUE DIOS BENDIGA A NICARAGUA.

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