Opinión
mayo 6, 2019

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El último imperio

Conversaba telefónicamente hace unas semanas con una de las personas más influyentes del país y al concluir sobre algunos temas que abordamos me externaba su altísima preocupación por la suerte trágica que esperaba al mundo, como nuestra causa común, ante la inexorable extinción de aquellos valores humanos que en su momento nos llegaron a significar la raya que nunca debimos pasar para no exterminarnos como civilización.

Hoy por hoy es difícil entender al mundo vivimos interconectados, pero totalmente distanciados. Nuestras viviendas se han convertido en un lugar para dormir. En aquello que antes fue un hogar ya no se platica, no se interactúa, cada quien vive en el mundo de su propio celular, podemos estar en una misma mesa, pero cada quien absorto en su móvil, nos hemos vuelto tan autómatas y traga mentiras que nos pasamos de indiferentes y no nos tomamos, aunque sea, un minuto para tratar de averiguar si mucha de la basura que nos dicen es realmente cierta.

Los seres humanos hemos descuidado nuestros vínculos. Muchos deciden trabajar hasta llegar a la fatiga extrema para olvidar penas profundas sin encontrar amigos con quien compartirlas y cuando se van a casa, después de haber hecho escala en alguna cantina, nadie se interesa en el porqué de tu actitud porque cada quien vive su propio rollo.
Lo grave de todo no es que tengamos problemas sino el no tener a alguien que te escuche porque ahora nadie tiene tiempo para eso porque en la misma medida que nos hemos robotizado con la tecnología también nos hemos deshumanizado y por eso a nadie parece interesarle que estemos llenos de contrasentidos absurdos que hace unas décadas atrás representaron para las generaciones de los 40s, 50s, 60s o 70s lo que nunca debimos practicar y que creo que en alguna medida es lo que mantiene al mundo actual en pie y que a partir de la llegada de los milenium empezó a tranquear cuando la indiferencia se puso de moda y los padres de familia comenzaron a temer a sus hijos y los hijos a decidir sobre la vida de sus padres a fin de formatearlos en las raras modas de hoy.

Muchos países, muchas sociedades, en dependencia del grado de modernidad que digan tener, entendiendo por modernidad que cada quien viva como quiera, están en una profunda crisis moral. Yo no tengo nada contra los homosexuales o las lesbianas, eso de él con él y ellas con ellas es su decisión, pero me siento bien si me dicen anormal porque no creo en eso del matrimonio entre personas del mismo sexo, como tampoco me siento cómodo cuando la más bruta irracionalidad quiere hacerme creer que el odio es más que el amor; que la violencia es más que la paz; que la destrucción de un país es sinónimo de una expresión política; que a nombre del odio que tengo contra aquel a quien veo como mi enemigo me da licencia para matar, ultrajar, difamar, calumniar o torturar a cualquier persona; que los púlpitos desde donde se proclama la palabra de Dios sean utilizados para lanzar a un hermano contra otro; que el amor por un país extranjero sea más que el que nos merece la patria que nos vio nacer; que por resentimientos desbocados seamos capaces de alegrarnos por la agresión del imperio contra una nación pequeña que como la nuestra es libre, soberana e independiente a pesar de lo que hagan sus hijastros.

Estados Unidos, que representa la sociedad más inmoral y corrupta de la tierra, siendo lo más cochino y pestilente de la humanidad, es quien ha descompuesto al mundo desde su arrogado papel de policía del planeta y al paso que vamos es peligrosísimo que la soberbia de la Doctrina Monroe de “América para los americanos, pase a ser, con un loco como Donald Trump en la Casa Blanca, la de “El mundo para los americanos”.
Hoy por hoy ese imperio que aquí en Nicaragua tiene peleles que lamen sus patas, se da a la tarea de sancionar, porque simplemente así le ronca, a quien quiera y eso lo que destacan como gran cosa, como si se tratara de algo digno, medios de comunicación que perdieron la vergüenza y que desde la base de sus respectivos países, paren mentiras todos los días para que el Águila Real se nos lance encima y nos desgarre la vida, tal como hacen aquí, de manera descarada Canal 10, Canal 12, Canal 14, Canal 23, Radio Corporación, Confidencial y otros espacios de poca monta que se quejan, dicen, por falta de libertad de expresión, pero que sobre abundan en un libertinaje que ofende a la inmensa mayoría del pueblo nicaragüense.

Para aquellos que no saben de la historia imperial en nuestra américa les refrescaré un poco la mente sobre las andanzas del Tío Sam por nuestra América empezando por Nicaragua.
El 1 de diciembre de 1909 se puso fin a 17 años de gobierno liberal en Nicaragua, presidido por el General José Santos Zelaya. La llamada nota Knox tendría una influencia nefasta en nuestra historia que significaron más de 15 años de intervención norteamericana que solo concluiría con la gesta antiimperialista del Ejército Defensor de la Soberanía Nacional.

La ocupación estadounidense de Nicaragua de 1912 a 1933 fue un acontecimiento encuadrado en las llamadas «guerras bananeras», en las que el Ejército de los Estados Unidos intervino en varios países de la América Latina entre 1898 y 1934. El estallido de la Gran Depresión en 1929 y el hostigamiento que sufrían las fuerzas estadounidenses a manos de la guerrilla de Augusto César Sandino hicieron que la ocupación se hiciese demasiado onerosa para el Gobierno estadounidense, que en 1933 decidió ponerle fin.
En 1952 en Cuba Estados Unidos apoyó el golpe de estado que encabezó Fulgencio Batista.
En 1954 en Guatemala la CIA dirigió el golpe militar contra el Presidente Jacobo Arbenz y puso en el poder a Carlos Armas.
En 1964 en Brasil el imperio apoyó el golpe militar contra el Presidente Joao Goulart.
En 1973 en Chile la CIA apoyo al General Augusto Pinochet en el Golpe de Estado que terminó asesinando a Salvador Allende.
En 1976 en Argentina apoyó el golpe militar contra la Presidenta Isabel Perón.
En 1982 lanza una nueva agresión contra Nicaragua lanzando a sus ciudadanos a una guerra fratricida por intereses exclusivamente geopolíticos lo que le valió una condena de la HAYA por 17 mil millones de dólares que no paga, pero que tampoco han prescrito.
En 1983 en Grenada el imperio invadió un pequeño país caribeño para consolidar un sistema que defendiera sus intereses.
En 1989 Estados Unidos invade Panamá para sacar del poder y llevarse detenido a Manuel Antonio Noriega quien había sido agente de Washington.
En el 2002 en Venezuela apoyó el golpe de estado contra el Presidente Hugo Chávez Frías.

En el 2004 en Haití, Estados Unidos con la complicidad de Francia y el Reino Unido, bajo la careta de una fuerza multinacional, deponen al Presidente Jean Bertrand Aristide.
En el 2009 en Honduras la CIA entrenó y dirigió a los soldados catrachos que le dieron el golpe de estado al Presidente Manuel Zelaya.
En 2018 Nicaragua vuelve a ser víctima directa del Imperio cuando a partir del 18 de abril de ese año fomenta, estructura y financia una revuelta de odio y muerte que pretendió la renuncia del Presidente Daniel Ortega. Tras fracasar en el intento el imperio ha creado internacionalmente una imagen distorsionada de nuestro país e impuesto sanciones económicas que solo han sido aplaudidas por una minoría de malos nicaragüenses que se han puesto descaradamente al servicio del imperio.
En 2019 el 30 de abril intenta a través de un fracasado golpe de estado derrocar al Presidente Nicolas Maduro de Venezuela, sufriendo una debaclante derrota.
Este mismo imperio que quiere que la Doctrina Monroe se lea como “el mundo para los americanos” impone sanciones a Siria, a Corea del Norte, a Irán, amenaza con sancionar a los jueces de la Haya que osen averiguar sobre sus mentiras en Afganistan o en Irak.

Los resultados de tan arrogante rol como policía del planeta, papel que nadie le ha otorgado, lo ha dejado solo y en la mira de naciones que detestan su prepotencia y que lo hace lucir ante nuestra historia contemporánea como lo que verdaderamente es el último imperio.

QUE DIOS BENDIGA A NICARAGUA.

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