América Latina tierra de Incas y Olmecas, de Bolívar, de Martí, de Rubén, de Diriangen y Sandino, es el escenario más encarnizado de lucha contra el capitalismo salvaje que fustigaba Juan Pablo II y del que advertía era la otra cara de una iglesia que predicaba en beneficio de una opción preferencial por los pobres.
En nuestra América hispana hoy se escribe el epitafio sobre el cual se certifica la caída en picada del paradigma de que Estados Unidos, es el símbolo de la libertad y de la democracia para el mundo y todo eso que algún día pretendió dibujarse como el “sueño americano” se descubre ahora como una pesadilla contra la cual hay un grito de rebelión y de demanda por la justicia de los pueblos que va desde la frontera norte de México hasta la Patagonia.
Indudablemente la hora de la verdadera independencia de nuestra américa hispana, rebelde, mestiza e indígena llegó y viene en pos de su propio destino.
Chile está en lucha, Ecuador está en lucha, Perú está en lucha, Argentina está en lucha, Uruguay está en lucha, Costa Rica está en lucha, Honduras está en lucha, México está en lucha y junto a ellos los que ya vencimos, los que estamos al frente, los que estamos siendo más golpeados, pero con una inmensa dignidad que entusiasma a otros que como Venezuela, Cuba, Bolivia y Nicaragua quieren ser tan libres como nosotros porque aquí ni el imperio ni sus peleles ni pudieron ni podrán y esa no es una consigna sino una declaración de victoria de pueblos que como los nuestros determinamos que somos quienes decidimos, con quien nos relacionamos, con quien comerciamos y cómo hacemos desde nuestras características nacionales nuestras propias democracias.
El capitalismo salvaje, desde su más alta expresión, el neoliberalismo, ha planteado en sus inútiles esfuerzos por sobrevivir e imponerse que en América hay un eje del mal que avanza y tiene razón porque la izquierda democrática, el socialismo de la equidad ha probado que es mal para el imperio y bienestar para los pueblos porque supo devolver el bien social que el negociante del interés humano les había arrebatado.
En América Latina los gobiernos puestos por Estados Unidos comienzan a empacar maletas; en américa latina los instrumentos de dominio del falso paradigma de la libertad, sus organismos hemisféricos y los satélites del imperio cansaron tanto por sus mentiras que poco o nada vale lo que digan desde la parcialidad que asumen con los victimarios y por el abandono que evidencia con las víctimas.
La reacción de los pueblos contra sus agresores externos e internos no deja duda que jamás existió conformidad con esos modelos descomunalmente salvajes e inhumanos del neoliberalismo. Durante mucho tiempo el imperio estuvo intentando adueñarse de muchas formas de lo que erróneamente llegó a considerar era su patio trasero para imponer desde la política del gran garrote que América era para los americanos, entendiendo que América son exclusivamente ellos, y los demás, solo súbditos del emperador de la Casa Blanca que para remate hoy tiene a un inquilino loco, demente, fascista, que predica por la absoluta supremacía blanca donde los mestizos, morenos o de color más oscuro no somos gentes, solo esclavos.
Hay indudablemente en américa latina una propuesta democrática que fundamenta su aceptación desde una identidad socialista que distribuye la riqueza, que comparte lo que desde sus iniciativas produce, que asume con responsabilidad que la educación y la salud no son un negocio, que los impuestos no son para atesorarlos ni para robarlos sino para invertirlos en escuelas, en hospitales, en carreteras de primer mundo como las nuestras, en caminos rurales y de penetración para extraer lo que producimos, en comunicaciones, tecnologías y hasta en centros de entretenimiento familiar como parte de una estrategia sana para construir sociedades felices y seguras donde haya paz para todos.
A esa democracia tan fundamental y sencilla donde el voto del rico y el pobre vale y decide con el mismo valor, donde el gobierno facilita los negocios al empresario y hasta constitucionaliza su relación con esos capitales que quieren invertir, donde el trabajador es tratado como un colaborador, donde hay subsidios para el transporte, la energía eléctrica y los pensionados, los señores de la tercera y cuarta edad son tratados como personas, el neoliberalismo le llama comunismo, dictadura, régimen criminal, izquierda o cualquier otra cosa a la que combate con el financiamiento del imperio, pero asesinando, torturando, secuestrando, amenazando, quemando instituciones públicas y todo con el auxilio de sectores eclesiales donde los obispos, como el caso nuestro, desoyen ese alto predicado del Vaticano de que la iglesia tiene una opción preferencial por los pobres.
Que está planteado en américa latina un desconocimiento al miserable rol que decidieron jugar a lo largo de muchas décadas de explotación, de injusticia, de corrupción, de abusos, de iniquidad y gobiernos deshumanizados los capitalistas salvajes, los partidos políticos fracasados que por no ser lo que creyeron ser decidieron convencer con el terror y de lo que han sido plataformas mediáticas que si no tuvieron credibilidad ayer menos ahora que los pueblos saben a qué propósitos sirvieron y ahora que lo hacen en Bolivia, contra un Evo Molares que es el presidente electo de ese país y que no va a claudicar, solo nos recuerda lo que nos hicieron en Nicaragua, cómo la desbarataron y aquí estamos en pie y en lucha por el futuro.
América Latina y sus pueblos tienen una referencia muy clara de la diferencia entre neoliberalismo y socialismo y dejo al margen el comunismo, que nada tiene que ver con la esperanza de ser auténticamente libres. Yo hablo de un pensamiento de izquierda que está en las calles de todo el mundo pidiendo equidad, justicia, igualdad, derechos, oportunidades, bienestar, integración, prosperidad personal y colectiva.
Todas esas demandas nada tienen que ver con tesis comunistas, porque desde mi punto de vista solo existe en la mente trasroscada de quien le interesa tenerlo como un fantasma con el que pretende asustar y engañar a los incautos, sino que esas demandas tienen que ver con la naturaleza humana de quien se ama así mismo y al prójimo y que para sus efectos su más alto paradigma de la sociedad a la que aspira es tener todos los beneficios posibles, pero en paz y en fraternidad donde no existan esos odios que para colmo, hasta obispos de la iglesia católica, vomitan descaradamente desde los púlpitos desde donde ya poco se habla del amor de Jesús de Nazaret por los pobres, sino que ahora hasta consagran la explotación de rico contra el pobre, lo que no es nuevo, pero sí más constante.
Estados Unidos es un imperio decadente y aborrecido y junto a él sus peleles, sus lame botas, los que con tal de agraciar al imperio son capaces de vender a su propia madre porque perdieron todo respeto por su nacionalidad y quien es capaz de levantar la mano contra el suelo que lo vio nacer, más capaz sería de abofetear o entregar en un negocio de trata de personas a la autora de sus días.
Aquí en nuestro país está vencido el imperio porque los nicaragüenses que tenemos conocimiento pleno de nuestra historia y los que mayoritariamente estudiamos esa relación fatal con Estados Unidos, también sabemos, que en la misma medida los peleles están vencidos e igual lo están los que son una vergüenza para Ecuador, para Argentina, para Chile, para Colombia, para Brasil, para México, que entre otros están en lucha y también están vencidos los peleles que ofenden a Venezuela, a Cuba, a Bolivia y a nadie le quepa duda que entre esos Incas, Olmecas, Diriangenes, Sandinistas, Martinianos y Bolivarianos, hay un peso moral que destripa a todos esos vende patria que ya fueron molidos por la historia.
QUE DIOS BENDIGA A NICARAGUA.