Opinión
abril 20, 2020

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Detalles del Momento: Los lame sangre

Este pasado fin de semana, que nos recordó una fecha macabra en el almacén de nuestra memoria para el resto de nuestros tiempos y que, para la inmensa mayoría de la noble ciudadanía de nuestro país, fue una tragedia criminal que nunca más puede volverse a repetir, solo los lame sangre del terrorismo suspiraron por ese 18 de abril que dos años atrás nos metió, en los tres meses posteriores que le sucedieron, en una pesadilla que, a punta de fusilería pesada, de tranques, incendios, asesinato de policía, de civiles, de robos, violaciones y bajo la santificación de algunos obispos y sacerdotes, pretendieron descarrilar nuestra democracia a través de un fallido golpe de estado cuyo arquitecto y financiero fue el imperio norteamericano y sus ejecutores lacayos nacionales que solo están libres gracias a la inmensa tolerancia de un gobierno de reconciliación y unidad nacional que los amnistió, cierto que toda pérdida de vida humana, económica y moral nunca la volveremos a recuperar.

Toda esta pesadilla, que conocemos a profundidad, nos deja claro quienes fueron las miserias humanas, los puchos, la charbasca, los indeseables, los descerebrados, los fracasados, las bacterias, los inadaptados y los malos hijos de esta Nicaragua que le levantaron la mano para abofetearla y entregarla como botín al amo extranjero, pero también nos queda muy claro y eso lo celebro y exalto que a pesar de toda la infamia que fueron capaces de ejecutar los mercenarios y terroristas del oposicionismo, lo que prevaleció es que Dios concedió sabiduría para que las más altas autoridades de esta país se llenaran de serenidad, de tolerancia y se arroparan con un alto espíritu de paz para decidir en frío y sin pasiones la reacción que se debía tener para evitar caer en un mal mayor desprendido del comprensible reclamo de justicia que demandaba todo un pueblo que se sentía indignado, tocado en su orgullo, abusado en su bondad y nobleza y humillado indescriptiblemente por quienes ordenaron ejecuciones contra todo aquel que se llamara sandinista, al que le incendiaron su casa y al que además desnudaron, pintaron, torturaron, quemaron vivo y hasta desaparecieron.

Los cobardes que hicieron lo que hicieron y que nunca más volverán a repetirlo, no saben aún agradecer a Dios la libertad que tienen porque no comprenden, no entienden -creer que puedan pensar en ello es demasiado- que aquí no es que no se pudo ponerlos en orden en cuestión de dos días o de horas, sino que fue mejor, a pesar de la indignación que causaron, dejarlos correr, porque lo que estaba en sus cálculos no era que su terrorismo los haría vencer, -eso nunca va a pasar- sino que lo buscaban era que el líder sandinista ordenara al pueblo sandinista recuperar la democracia, la paz, la seguridad, la estabilidad, que le habían arrebatado para que entonces sí, la ira, desbordara la circunstancia y se prendiera la luz verde para una intervención directa del imperio o indirecta con los Cascos Azules de las Naciones Unidas, para que alcanzaran su fin; el asalto al poder que por la imposibilidad de alcanzarlo por la vía constitucional, a través de elecciones, lo que no pudieron antes, ni hoy, ni mañana, porque eso no lo verán nunca en tanto exista entre ese oposicionismo, aunque sea, una micro partícula, de cualquiera de esos componentes que hoy representan el cuerpo putrefacto del oposicionismo.

Sin embargo, como cantaba desde su irrepetible voz el Príncipe de la Canción, José-José, ya lo pasado, pasado y no nos interesa porque mientras puchilandia se asesina a sí misma, ahogada en un mar de contradicciones, intolerancias y odios entre los de su misma especie, sin que nosotros tengamos que mover un solo dedo para estimularlo, lo que corresponde a un pueblo que sigue siendo noble y digno es ver hacia el mañana y jamás hacia atrás porque si lo hacemos nos convertiremos en estatuas de sal.

Los que amamos la tierra que nos vio nacer estamos hoy enfrentando una situación que para nosotros todavía no es pandemia y que es mucho más seria que todo lo que pueda significar para los lame sangre el 18 de abril de 2018 y que en vez de delirar con imposibles terroristas, con el caos y la destrucción, deberían incorporarse a la decisión pragmática de la inmensa mayoría de los nicaragüenses de no dejarse atrapar por el miedo, a no auto secuestrarse por la cuarentena y en vez de perversidad invocar el nombre de Dios para que nos permita seguir siendo su milagro como fuente de nuestra reconstrucción económica y moral.

La pandemia política del odiovirus ya está reducida y capada en Nicaragua, pero objetivamente tenemos que saber lidiar y enfrentar la pandemia del COVID-19, que sí es un verdadero reto y amenaza y para hacerlo no lo primero no es desmoronarnos porque somos una nación, y así lo demuestra su historia, a prueba de impactos profundos.

Caímos una, cien y mil veces y nunca nos importó porque siempre los inclaudicables nos mantuvimos inflexibles ante la adversidad, jamás nos aceptamos vencidos, porque estamos llenos de honor, de dignidad, de decisión y de una fuerza que siempre nos acorazó para luchar por lo que queremos.

Muchas naciones se han visto invadidas a lo largo de su historia por gente que se vende a intereses mezquinos, por gente que se pone de rodillas ante el poder que los financia, por gente que no tiene claridad, ideología y fortaleza, por individuos que no saben luchar por ideales, pero sí por causas innobles por la paga que reciben y Gracias a Dios esos, que reducidamente existen en Nicaragua, están vencidos.

A pesar del odio virus y del COVID-19, Nicaragua, mi país, tu país, el país de todos los nicaragüenses, es un país mejor que el de hace 13 años, mejor que el de hace 50, mejor que el de hace 200 años y eso es gracias a los inflexibles, a aquellos que han buscado la victoria para su nación y eso es lo que les arde a esos cobardes que este 18 de abril, dos años después de su barbarie, se encuarentonaron en sus cuevas porque saben que el pueblo, aunque sabe que están amnistiados, los aborrece por lo lame sangre que continúan siendo.

Nosotros los que somos parte de una nación que no quiere aceptar el fracaso o la capitulación como opción y queremos caminar hacia adelante, no como el cangrejo como los perdedores en el oposicionismo, vamos hacia adelante y si volteamos de vez en cuando hacía atrás, porque al fin de cuentas, el ayer también es parte nuestra, lo hacemos para no olvidar, pero también para no repetir, máxime cuando no tenemos porqué que arrepentirnos por lo que no hicimos, aunque sí moralmente nos obliguemos a ser materia prima de un cambio permanente donde lo primordial sea nunca repetir la perversidad de otros.

Los que no vemos al pasado, los que a pesar de las circunstancias vemos en el horizonte a una Nicaragua próspera y nos sentimos agradecidos porque Dios nos ha creado para realizar un sueño siempre vamos a estar tras la materialización de nuestras metas y si mi generación no lo logra porque repentinamente mañana no podamos estar, entonces seremos una semilla que otros cultiven para que la antorcha de nuestra nacionalidad ilumine realmente el futuro que siempre será el mañana donde habiten nuestros anhelos.

Vivamos y construyamos el buen propósito, podemos lograrlo, confesémoslo con convicción, para que no quede en un simple deseo. Pongamos la vida en ello y si nos damos cuenta que no podemos, quizás entonces, necesitemos hacer un alto en el camino y experimentar un cambio en nuestras vidas y a ese cambio invito a los utilizados en el oposicionismo para que despierten y se den cuenta que hay oportunistas muy bien apertrechados y financiados que no quieren al país y que por odiar a quienes gobiernan por decisión de la mayoría de los nicaragüenses, no les interesa asesinar nuestro futuro.
Sólo los fuertes, los amantes y los que realmente aman la vida, se atreven al cambio. No te des por vencido, piensa que si Dios te ha dado la vida, es porque sabe que tú puedes con ella y es tan cierto que aquí está de pie nuestra nación andando porque va cargada sobre los brazos y hombros de sus mejores hijos.

QUE DIOS BENDIGA A NICARAGUA.

Por: Moisés Absalón Pastora.