El mundo desde la lucha que sostiene contra ese enemigo invisible que es el COVID-19 tras cada amanecer trata de descifrar una esperanza que lo conduzca a dos cosas; vencer sobre la peste y recuperar el planeta tal cual era antes de toda esta tragedia que infecta, mata, nos repliega en nuestras casas, te quiebra el negocio, te deja sin empleo, genera hambruna por doquier, hunde la economía de los poderosos, nos distancia de la familia y quien sabe a qué otro escenario pueda terminar conduciéndonos en la medida que no logremos la tan ansiada vacuna que está en las manos de la ciencia, pero antes que todo en la voluntad de Dios sí con humildad lo pedimos.
En Nicaragua seguimos siendo un milagro y nos observan por ello y nos lo reconocen porque en el mundo y en nuestro continente somos la nación que menos casos registrados tenemos y además en la etapa uno que nos permite no extremar medidas que conlleven al acabose de nuestro país.
Muchos países respondieron a la pandemia dejándose llevar en muchos casos por el pánico y tomando como base el aislamiento, comenzaron a responder con recetas, a imitar lo que algunos originalmente hicieron, pero al final sin éxito visible, porque hasta ahora, mientras siguen hablando del famoso pico que baje los niveles de mortalidad para mantenerlos “aceptablemente a raya”, estos siguen por lo alto, y sin pretender decir que las medidas fueron malas, porque no soy virólogo, ni epidemiólogo, como aquí se jactan algunos que no saben ni cómo se llaman, un factor que ha sido determinante en la propagación de la peste es que en muchas de estas naciones, seriamente afectadas por el COVID 19, rápidamente vieron colapsados sus sistemas de salud que a pesar de los recursos económicos y de la ciencia en sus países, evidenciaron que eran un cascaron y que entonces era más fácil mandar a sus casas a la gente y no exponerla al contagio para que fueran a morir después a hospitales que nunca estuvieron preparados para algo como esto, porque nadie lo está, pero que además, con sistemas de salud totalmente mercantilizados donde la solidaridad humana sigue siendo un concepto prohibido.
Partiendo de la característica comercial en los sistemas de salud que prevalecen en países que fundamentan sus economías en el capitalismo salvaje, que por manejar recursos a granel debieron estar tecnológicamente abastecidos, estos lo que demostraron, como en el caso de Estados Unidos, Italia, Francia y España entre otros, que las personas por no tener confianza en los centros de salud públicos ni recursos en los privados porque tampoco tienen con qué pagarlos, prefirieron auto aislarse para atenderse la peste o, lo más doloroso, morirse en sus casas porque de todas formas morirían como está pasando en Ecuador donde se vive una de las tragedias más patéticas de esta pandemia.
Sea porque los sistemas de salud en muchos países pudientes eran un cascaron vacío, porque el capitalismo salvaje construyó desde ellos una fantasía, porque mucha gente a muerto por no poderlos pagar, porque las personas no confiaron en los pocos sistemas de salud públicos en esas grandes economías, lo que no cambia, en cualquier parte del planeta, es que esta pandemia no es un juego y debe ser tomada con la seriedad del caso.
En Nicaragua, tenemos una economía que solo a partir del 10 de enero de 2007 hasta el 18 de abril de 2018, había dado muestras de un crecimiento sostenido que nos permitió crecer de tal manera que ya alzábamos vuelo por encima de la pobreza extrema para acariciar la idea de tocar la puerta del subdesarrollo y a pesar de los eventos trágicos desprendidos del fallido golpe de estado, ahora que en este 2020 ya perfilábamos terminar este año al menos sin decrecimiento, nos cae, como parte de todo un planeta afectado por la pandemia, esta peste con la que estamos lidiando, y con mucho éxito, a pesar de nuestra limitaciones.
Titulé este editorial “La Pandemia no es juego” porque, aunque la mayoría de los nicaragüenses lo creamos así, hay aquí un grupúsculo de miserias humanas, bien identificadas, que la ve no solo como un juego, sino que además cree que la tragedia, que va a tener consecuencias graves para el país, de las que tampoco van a escapar, es razón o motivo para convertirla en materia prima de esa su inagotable perversidad para aprovecharse y hacer como siempre de las suyas con su habitual politiquería.
He procurado a fin de no conferirles una importancia que ni tuvieron, ni tienen, ni tendrán, no mencionar, en la medida de lo posible, los nombre de muchas miserias humanas, que caracterizándose por politiqueros, venaderos y comerciantes de la comunicación, con por el pretendido de asaltar el poder inmerecidamente o competir entre ellos por ver quién le lame más el trasero al imperio que les financia, se enorgullecen por ser perversos, por ser extremadamente malvados y con tal de hacerle daño a Daniel Ortega, al que odian porque no lo pueden vencer electoralmente, entonces poco les importa martirizar y traumatizar al pueblo de Nicaragua. A todos esos los conozco y aunque me llaman asesino porque estuve en dos guerras, por la libertad de este país, cosa que ellos solo en películas han visto, porque he matado en defensa propia y lo volvería hacer contra aquellos que dicen que vienen por mí y a los que les digo que también vengan dispuestos a morirse y me llamen camaleón, aunque nadie me haya visto fuera de mi confeso liberalismo y me digan vendido, aunque todavía no sepa lo que es tener casa propia, yo sí les puedo decir verdades que no quieren oír.
Yo vengo de una gran mentira de una gran estafa que el tiempo se encargó de sacar a flote cuando con espejitos, al mejor estilo de la conquista, nos pintó con una falsa democracia un progreso que desde el 1990 hasta el 2007 no fue otra cosa que atol con el dedo porque mientras se pavimentaron algunas callecitas la verdad es que el grueso del botín, enorme botín, iba a parar a la bolsa de muchos de esos “libertadores y salvadores” que ahora se pintan de líderes, pero líderes en el robo al erario público, líderes en la estafa política, líderes de la mentira, líderes en el crimen, porque ellos sí tienen las manos manchadas de sangre.
A mí no me asusta que me manden a decir que vienen con una campaña en mi contra, porque les duele en lo más íntimo el peso de la verdad, preocúpense ustedes miserias humanas, que además de rateros, son criminales perversos, porque en el contexto de esta pandemia ya llegaron al colmo de lo diabólico que pueden ser al no respetar la angustia de cada familia que tiene que tragarse la ligereza de cada imbécil que no sabe más que diagnosticar tras cada estornudo, pues se creen médicos, el Covid-19, como si fuese un juego.
Cuando una que fue periodista, se ubica en el changarro de la politiquería y entrevista como se tratase de una eminencia a un candidato fracasado, de dos décadas atrás, que dice que al 10 de mayo próximo aquí tendremos 200 mil muertos por el Coronavirus y hace un análisis más perdido que el de un perro en procesión, y lo deja pasar como si se hubiese tragado un elefante sin eructarlo, o desde algunos medios como canal 10, el 12, el 14, la corporación o el partido de papel de la carretera norte, se inventa cualquier falacia para impactar en la aterrorizada psiquis del nicaragüense, yo no puedo más que pensar que estamos frente a la perversidad más descarnada conocida en toda nuestra historia como nación y pienso que todos los ciudadanos de este país, que ya somos víctimas de este terrorismo debemos denunciarlos con nombres y apellidos.
Hasta hoy ha prevalecido más el criterio de citar el pecado, pero no al pecador, porque en estos casos hemos sido magnánimos, pero lo que la tolerancia no puede tolerar es que esta sea ilimitada porque entonces se volverá infamemente destructiva y fuera de todo control.
Cuando a Cristo se le preguntó que cuantas veces debemos perdonar dijo que setenta veces siete y ahí sugiere que setenta y un veces siete ya es pasarse y en nuestro país un inmenso sector de la población, la casi totalidad de ella, en esa magnanimidad que le viene del Creador, ha sido más que paciente y tolerante más de mil veces siete y la respuesta que la miseria humana siempre ha tenido siempre es la misma; prepotencia, arrogancia, insulto, descalificación y vulgaridades irrepetibles que particularmente sobre abundan en las redes sociales.
Yo animo a todos a asumir la defensa de los más altos intereses del país y de la dignidad que como ciudadanos tenemos en esta lucha de la que todos somos parte contra éste enemigo invisible y ser más contestes contra la perversidad. No permitamos que los buitres, que asumen que por ser mansos somos mensos, nos sobre vuelen. Señalemos a los criminales con nombres y apellidos desde toda trinchera donde nos encontremos porque ese inframundo conocido como “puchilandia” ante la imposibilidad de acceder al poder por la vía de las elecciones continuará en su “Guerra contra el pueblo”.
No quiero incurrir en un juego de palabras, pero hoy por hoy nos encontramos en una situación en la que cada vez nos queda más claro que no podemos ser tolerantes con la intolerancia, porque la tolerancia ilimitada puede conducir a la desaparición de la tolerancia.
Una cosa es que aquí en Nicaragua haya libertad y otra que el interés de la politiquería, haciendo uso desmedido de ella, nos quiera conducir a la esclavitud o al pánico como ahora practican desde la coyuntura que representa la pandemia.
QUE DIOS BENDIGA A NICARAGUA.
Por: Moisés Absalón Pastora.