Tras las incendiarías protestas en Estados Unidos por el asesinato del afrodescendiente George Floyd en Minneapolis, ahogado por la rodilla de un ex policía que ya ha sido arrestado junto a otros tres que se involucraron en el hecho, pareciera que al soberbio imperio norteamericano y su paradigmática democracia le está tocado vivir su propio “Déjà vu”.
Decidimos que estamos teniendo un “Déjà vu” cuando, de repente, nos da la sensación de que esa situación ya la hemos vivido con anterioridad. Se trata de una condición mental que hace que creamos que ya hemos estado en esa misma circunstancia, aunque en realidad, sea totalmente nueva para nosotros.
En Estados Unidos no es la primera vez que asesinatos que tienen por origen discriminaciones raciales terminan en protestas de la comunidad afrodescendiente contra el sistema establecido donde las aparentes minorías suman voluntades a su favor cuando latinos, orientales, indígenas y por supuesto hasta blancos, en su gran mayoría, se suman a luchar contra la prepotencia Aria, la dizque “raza suprema” que con la llegada de de Donald Trump a la Casa Blanca, ha encontrado su mayor estímulo.
Seis días después del asesinato de George Floyd, ahogado bajo la rodilla de uno de sus tantos policías racistas, al que la justicia aria apenas acusa por homicidio en tercer grado, el tema sobra sobre la violencia racial en Estados Unidos volvió a tomar espacio en una sociedad cada vez más deteriorada y en contradicción permanente con los valores que cree predicar enfundada en ropajes de libertad que realmente son solo guiñapos.
Ahora el asesinato del George Floyd de 46 años, el nuevo estandarte de la nueva batalla, porque no es la primera ni creo que vaya a ser la última, representa otro capítulo de lucha por los derechos de las comunidades afrodescendientes en un país en decadencia que encabezado ahora por Donald Trump echa agua por doquier y es hoy la representación de un imperio en picada.
Lo notorio de esta nueva escalada de violencia en Estados Unidos es en el contexto en que se produce. Un pueblo compuesto por todas las razas y no solo gente color, que estaba encuarentonado se lanza a las calles, se reveló contra el toque de queda para protestar por el odio contra el negro y explota con una energía piroclástica que no solo lleva por charnel el reclamo por la discriminación racial sino el fracaso en el manejo de la pandemia, el empobrecimiento, la pérdida del empleo, el deterioro económico de la otrora poderosa Norteamérica, el fracaso en sus relaciones internacionales y la rebelión contra lo más inhumano del capitalismo salvaje ahora personificado por un nazi, que desesperado porque ve perdida su reelección, lo único que hace es amenazar, insultar y dictar desde twitter hasta darse el arrogante lujo de romper definitivamente con la Organización Mundial de la Salud en momentos que Estados Unidos es el foco pandémico del mundo que con recelo lo observa como el leproso del planeta y no solo como el que más lo padece, sino el que contagió a los demás por haberla lanzado como la arma biológica que al final le resultó ser un boomerang letal.
La indignación de millones de norteamericanos gritando “no puedo respirar”, que fueron las palabras de George Floyd antes de morir asfixiado bajo las rodillas de un uniformado policial, se escuchan ciudades, como Beverly Hills, Los Ángeles, Denver, Miami, Atlanta, Chicago, Louisville, Mineápolis, St. Paul, Rochester, Cincinnati, Cleveland, Columbus, Dayton, Toledo, Eugene, Portland, Philadelphia, Pittsburgh, Charleston, Columbia, Nashville, Salt Lake City, Seattle, Milwaukee y San Francisco, a lo largo de 16 estados y todo ese desprecio contra la discriminación racial es en realidad una demanda contra el verdadero asesino, contra un loco, altísimamente peligroso que hoy ve con sus propios ojos lo que él y sus predecesores en el inquilinato de la Casa Blanca le han hecho al mundo y sobre todo a países pequeños y dignos como el nuestro.
Por eso decía al comienzo que ha Estados Unidos, su presidente, la Casa Blanca, la Cámara Alta, la Cámara Baja, al establishment, les está tocando vivir su propio “Déjà vu” porque con sus mismos ojos están viendo el odio, que, con otros intereses, fomentaron contra otras naciones para destruirlas.
Hoy Estados Unidos, en varias de sus más importantes ciudades, está viviendo la furia de los ignorados, de los que además de ser discriminados por ser negros, latinos y orientales, aunque como migrantes hayan sido los constructores de esa nación, sean siempre los que padezcan por el sistema capitalista que no es que les niegue derechos, sino que los asesinan para que no protesten contra la minoría acaudalada que jamás perecerá y por la cual dicta el emperador de la Casa Blanca.
¿Yo me pregunto qué dirá de todo lo que ahora ve en su país el flamante embajador norteamericano Kevin Sullivan, habiendo sido él gran promotor del vandalismo sufrido por Nicaragua en el 2018?
Aquí los que fueron financiados por él, como embajador del imperio, nos quemaron instituciones públicas hospitales, escuelas, ambulancias, ministerios, casas de militantes sandinistas, nos asesinaron policías, nos pusieron tranques, nos torturaron, nos saquearon, violaron a nuestras mujeres, nos destruyeron el país y el Señor ese que tiene sus oficinas frente al paso a desnivel de la carretera sur decía que toda aquellas barbaridad eran protestas cívicas y como loros algunos canales, periódicos y estaciones radiales, decían lo mismo para justificar un golpe de estado que pretendía asaltar el poder para que los sirvientes nacionales del imperio pusieran a Nicaragua como una estrella más en la bandera de los Estados Unidos.
Pues ese “Déjà vu” que siente Estados Unidos en sus propias carnes, con los mismos niveles de violencia o peores que los que aquí nos impusieron, ahora sí son considerados “vandálicos” sin que tampoco se diga que allá el asunto no es por el poder, no es por el adelanto de elecciones, porque se vaya Trump, que de todas formas ya todo lo tiene perdido el Pelo de maíz, ni por la renuncia de congresistas y senadores, ni por el cambio de jueces en la Corte Suprema, ni por la abolición del ejército, sino que es contra el asesinato de sus policías contra los de color, es contra la violación sistemática de los derechos humanos de toda una sociedad a la que el capitalismo salvaje le arrebató todo, es por la demanda de un liderazgo que vea por los norteamericanos y no se ande metiendo y menos sancionando a otros países que tienen sus propios problemas, es por la amenaza que hoy Estados Unidos representa para el mundo y eso es algo que la más hipócrita prensa imperial, CNN a la cabeza, tampoco dice porque es parte del engranaje o más bien la cabeza de playa, que el imperio ha utilizado para lanzar contra nuestra América Latina, la que no es traspatio de nadie, pero sí tierra de indios, pero indios con dignidad.
QUE DIOS BENDIGA A NICARAGUA.
Por: Moisés Absalón Pastora.