Hoy por hoy mucha gente que se está yendo al destino final, al que todos iremos mañana o pasado mañana, pues es la única certeza que de la vida podemos tener, se muere en el planeta y no importa cuál sea la causa al final los que vamos quedando decidimos, como si fuésemos forenses, que a quien murió se lo llevó el Coronavirus, el Covid-19 o como usted le quiera llamar.
Nicaragua no es solo ajena a ese fenómeno, sino que además, en una sociedad tan polarizada como la nuestra, la maldad, está ojo a visor y pendiente de cada famoso que muere para anunciarlo no solo en primicia, lo que les demanda una especie de competencia entre los de su especie, sino que también lo hacen con profunda alegría si quien de despide es un sandinista y esa actitud entristece porque cuando se reacciona así, se ofende no solo a la familia doliente, sino que a la sociedad en su conjunto que adolorida ve con lástima a quienes el odio les arrancó el alma.
Aquí cuando cualquier parroquiano puede morir porque lo atropelló un carro, porque se cayó de un caballo, porque le dio un infarto, porque se le subió el azúcar, porque tuvo una hipoglicemia, por un derrame, por un infarto o por lo que sea, pero sí el muerto es sandinista entonces murió de Coronavirus.
Esta pandemia que afecta al planeta es una especie de lepra que, según los odiosos oposicionistas, está hecha únicamente a la medida de los sandinistas, es decir, aunque esta no distinga y afecte a flacos y gordos, altos y bajos, blancos y negros, peludos y pelones, ricos y pobres, cristianos y ateos, cultos y no letrados, en Nicaragua únicamente aplica a los sandinistas y entonces hay que alejarse de los sandinistas porque solo los sandinistas te la pueden pasar.
Yo francamente me quedo asombrado de tan bestializada conclusión porque según el oposicionismo en sus filas ya todos están inmunizados con una vacuna que aún no se descubre y salados los sandinistas porque por no acceder a la vacuna somos los únicos que ponemos los muertos y que “viva la pepa” y siga la fiesta.
No han sido pocos los oposicionistas ignorantes que se han alegrado por la muerte de un sandinista, al que por añadidura le otorgan el acta de defunción por Coronavirus, como si ellos, que definitivamente no saben nada del poder del Karma, están salvos de ser alcanzados por la peste.
A mí me revuelve el estómago que alguien se alegre por la muerte de una persona, independientemente que sea sandinista, liberal, conservadora, social demócrata, social cristiana, socialista, comunista, adorador del diablo o cualquier otra cosa. Una persona es una persona, no es un objetivo para el odio o para la saña por la cual alguien quiera hacer fiesta por la muerte de un ser humano.
Mañana el turno me va a llegar mí y no dudo, desgraciadamente que habrá quien se alegre por mí muerte, pero tengan la seguridad que cuando lo celebren, incluso en el propio círculo en donde se encuentra ese tipo de malas personas, los van a censurar, porque menos mal tan oscuro sentimiento solo puede habitar en un cuerpo podrido por el odio, el mismo que no los deja vivir en paz.
Estos tipos de los que hablo no solo se alegran porque muere un sandinista, sino que además en la perversa intención te dicen que el coronavirus únicamente está matando a sandinistas, que el FSLN se está quedando sin sandinistas porque todos están muriendo y se están yendo.
En las filas del oposicionismo ha muerto mucha gente en los últimos días y nadie en el sandinismo ni ha celebrado ni ha dicho que las razones son atribuibles a la pandemia, porque de este lado, donde habita el bien, no hay maldad que disfrute con la tragedia ajena. Tampoco de este lado somos quienes, para determinar la razón de la muerte de esas personas, a las que esperamos, estén descansando en paz y deseando a los familiares dolientes que Dios les de la fuerza y la resignación para soportar la ausencia de sus seres queridos.
En estos días es imposible obviar que grandes sandinistones, muy conocidos, por ser funcionarios, parlamentarios o ediles a los que traté personalmente, por el andar de mis días en el periodismo, se han ido, pero también se han ido otros sandinistones, no tan conocidos, de esos héroes anónimos que abundan en el FSLN y también se han ido aliados que sin militar orgánicamente en el partido de gobierno, amaron y aportaron intensamente a la prosperidad y al desarrollo de este país involucrándose en cuerpo y alma al proyecto noble de sacar adelante a la patria y varios de ellos seguramente murieron a causa del coronavirus, pero eso nunca los hizo, ni los hará, menos hijos orgullecidos de esta tierra.
¿Porque cuando muere un sandinista el impacto se siente más? Simplemente porque pesan más, porque tienen historia, porque unos muertos en el fragor del combate y otros sobrevivientes en el presente son al final los constructores del futuro, son en su conjunto una epopeya, una odisea marcada con una mística singular que los hace diferentes, que los convierte en una familia multitudinaria donde por predominar el compañerismo y la solidaridad cada uno de sus muertos es un factor de leyenda que les inspira un respeto que trasciende a los que aún vivos son tratados con veneración no solo por la edad, sino por la sabiduría, por la capacidad política y por una convicción ideológica que solo se forma a través del insustituible poder de la razón.
Los que alguna vez estuvieron y se fueron, dejando una enorme estela de traiciones y de concubinato con quien nos agrede, son los únicos que hoy pueden celebrar la muerte de un ser humano, la muerte de un sandinista y a estos se han sumado también aquellos que no saben que los suyos igualmente mueren, pero nadie se da cuenta de ello porque sus muertos en vida nunca hicieron nada, nunca se expusieron, nunca fueron a la calle a rozarse, a platicar con la gente, a conocer de los problemas en la comunidad, a palpar las necesidades desde el terreno y en consecuencia no se infectaron, porque son de esos que jamás arriesgaron, ni arriesgaran nada porque para ellos siempre será más fácil y conveniente mantenerse en la cuarentena que quieren recetar a los demás pero no para que nos protejamos, sino para que estando todos bajo esa misma condición, ellos puedan sentirse más relajados en sus fastuosas mansiones para justificar su eterna vagancia, sin preocuparse por trabajar porque de todas formas tienen fortunas lo suficientemente amasadas como para ver los toros de largo, deseando que quienes hacen se equivoquen para después lanzárseles como perros rabiosos, porque no sufrirá lo mismo que aquel pobre que vive del diario para obtener el pan nuestro de cada día que ahora está más difícil gracias a esos que nos desbarataron al país.
Si un sandinista muere, por las razones que sea, aunque puchilandia determine que fue por el coronavirus, siempre se sabrá porque aquí hay más sandinistas que puchos y más sandinistas que miserias humanas, porque el sandinista no se ríe por el dolor ajeno, sino que celebra cada vida que salva, cada pan que lleva al pobre hasta la puerta de su casa, cada hospital que construye para sanar al enfermo, cada escuela que levanta para eclipsar con la luz del saber la oscuridad de la ignorancia, cada carretera o camino que abre para integrar al país, cada potabilización de agua que logra hasta en el último rincón de país, cada torre de transmisión eléctrica que levanta para energizar cada hogar por muy distante que esté y todo eso representa integralmente una revolución tejida desde la paz espiritual de tantos nicaragüenses de buena voluntad que por hacer y hacer mucho son los invencibles de hoy y los invencibles de mañana.
QUE DIOS BENDIGA A NICARAGUA.
Por: Moisés Absalón Pastora.