Opinión
julio 31, 2020

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Detalles del Momento: El veneno del odio

Se puso de moda en las redes sociales, un dizque comediante, que, facturado por el fracaso, decidió irse a la gusanera de Miami a buscar el mercado que nunca tuvo aquí, pero que ahora trasciende como otro Nerón que después de repetir bascosidades, concluyó diciendo, poniéndose a la par de un parlanchín deportivo de ingrata recordación, que un día tuvo un derrame cerebral y sentenció que la salida de Daniel Ortega bien valía que aquí se murieran 3 millones y medio de nicaragüenses y francamente llegué a pensar que semejante barbaridad nunca podría ser superada hasta que en el radar de la imbecilidad apareció otro criminal que fue más allá y dijo que era preferible pegarle fuego a toda Nicaragua, al estilo de Willian Walker, antes que permitir que Ortega y el FSLN continuaran gobernando por 60 años más, tal es el grado de derrota que tienen, porque después de todo vendría una reconstrucción total del país y quien lo dice es un tipejo que por supuesto ladra desde la gusanera de Miami.

Cuando escucho a un tal Reynaldo Ruiz proponer la quema de Nicaragua, porque ni él ni los otros peleles que le pueden aplaudir por esto tienen cómo ganar elecciones o al menos que otras cucarachas juntas le hagan cosquillas el FSLN, lo que identifico es a un ignorante que con razón fracasó como comediante, -quien puede serlo actuando el papel de Chukis- el niño infernal, asesino y diabólico, que además se fue huyendo para no pagar la pensión alimenticia de sus hijos, como buen cobarde, que desde largo quiere hacer de Nicaragua la Roma de Nerón.

Cuando escuché a este, perdónenme animal,
traje a mi mente a la poca familia que tengo aquí, a mis muchos amigos, a mis conciudadanos convertidos en brazas humanas, a los hogares nicaragüenses ardiendo en las llamas del odio y a todos los que piensan igual a esta charabasca bañándonos con aceite y gasolina para que no quede duda de los “sentimientos democráticos” que inspiran a esas miserias humanas que de largo, desde la gusanera de Miami y desde el inhóspito mundo de Facebook, muestran su valentía para que los tontos crean que los tienen grandes y por ello los eleven a la condición de héroes.

Un fracasado como el tal Reynaldo Ruiz solo de largo puede decir tantas estupideces, pero el día que le toque regresar, nada es para siempre, ya lo verán como perro con el rabo metido entre las piernas porque así son los cobardes, así son los maricas, no son capaces de amenazarte cuando te tienen de frente, se churretean con solo saber que los observas, pero como este quiere llamar la atención de quienes están dispuestos a dejarse estafarse por un vulgar como este, que hace presentaciones en cualquier cantina de la calle ocho, entonces saca la caja de lustrar sin saber que en la propia gusanera hay nicaragüenses que fácilmente se pueden molestar por la actitud de poco hombre de este falso comediante.

A propósito de este pobre diablo, Reynaldo Ruiz, debo decir que el odio es una aversión sin límites hacia algo o contra alguien. Es la perversidad que se desea contra una persona. El odio es una hostilidad y rencor que genera un sentimiento de profunda enemistad y rechazo. El odio es un anti valor hiperbólicamente negativo lanzado contra el amor y la amistad cuyo principal deseo es destruir o evitar toda costa todo aquello que represente vida.

El odio acarrea consecuencias destructivas y peligrosas, específicamente agresiones físicas, psicológicas o verbales, que te pueden llevar a la muerte cuando lo asumes con el fin de dañar a la persona a la que mal quieres y contra quien conspiras de mañana, tarde o noche porque tu propósito es que tu víctima sufra, aunque sea injustamente.

Si tienes odio en tu corazón aprovechas todas las ocasiones para perjudicar a los demás, pero sin percatarte del enorme daño que te haces ti mismo porque en su procura no trabajas, no disfrutas de la vida, no duermes porque tu propósito es dañar.

Hay quienes odian para que les teman. Los que lo hacen pueden no representar nada, ni siquiera así mismos, como es el caso de este pobre diablo de Reynaldo Ruiz, pero por el solo hecho de odiar, de enfundarse en un ropaje que es repugnante para todo el mundo e ir contra algo o contra alguien para vender una imagen de valientes infundiendo el miedo, que, por supuesto nace de la mentira, se exponen a ser excluidos de cualquier círculo social porque individuos así son extremamente contaminantes y sumamente peligrosos.

El odio es la cólera de los débiles, de los que nunca supieron conciliarse con la razón. Es propio de quienes se quedan sin argumentos y lastiman hasta sus círculos más íntimos porque encuentran en ese innoble sentimiento una “coraza” de protección mal entendida que pretenden transformar en fuerza avasalladora para pasar encima de quien sea para lograr sus perversos propósitos.

El odio no es otra cosa que la ausencia de propuestas, es la incomunicación, es el complejo de inferioridad en aquel que falto de buenos propósitos se frustra porque no llama la atención ni de los suyos.

El odio es la cadena más abominable con la que una persona puede obligar a otras y ese odio es el que ha pretendido imponernos una mentira poderosamente destructiva que hay que buscar cómo cortar de tajo por los que vienen atrás, por los que en el futuro serán los conductores de Nicaragua y si no lo hacemos estaremos dejando una herencia nefasta a quienes representan nuestro relevo porque sus cimientos estarán fallados, no serán sólidos, por la historia odiosa que no fuimos capaces de cambiar.

Nadie que tenga conciencia plena puede ignorar el inmenso daño que nos hizo el odio. Es increíble cómo desde el 18 de abril familias y amigos fuimos contaminados por la intolerancia. El odio, ese veneno tóxico estaba ahí, encapsulado y el alto interés extranjero y sus sirvientes nacionales apretaron el divieso y todos fuimos bañados y hoy increíblemente los seres queridos se fueron contra los seres queridos y los que éramos hermanos en la cotidianidad o la gremialidad hoy no conversamos, estamos distantes, unos porque nos sentimos lastimados por el progreso que habíamos construido y nos lo desbarataron y otros porque fueron tan incapaces que se propusieron destruir al país y a pesar del fuego que lanzaron no lo lograron.

Tenemos que encontrar el camino hacia la paz entre nicaragüenses pero mientras existan personas que van al extranjero a propiciar agresiones contra nuestro país, mientras hayan supuestos empresarios que conspiran para destruir la economía, mientras hayan politiqueros que quieran pasar por encima de la constitución para realizar sus ansias de poder, mientras el fascismo pretenda extinguir al sandinismo solo porque así se les ocurrió, mientras existan obispos como Leopoldo Brenes, Juan Abelardo Mata, Silvio Báez y Rolando Álvarez que santifiquen la muerte, no será posible andar el camino hacia la paz que nos conduzca a la reconciliación que tanto avanzó hasta antes del 18 de abril.

El odio por su propia naturaleza es cínico, pero lo que nos ha impuesto en Nicaragua es una desfachatez nunca antes vista por parte de quienes empezaron todo esto. Hoy los que así lo hicieron y así se comportan no saben para dónde coger, pero mientras tanto inventan mentiras, locuras y estimulan que el amo extranjero que les paga se lance rabioso contra el país y es natural que los ofendidos señalemos a los buitres que sobrevuelan el poder para terminar de asaltarnos la paz.

Esta gente que no da tregua para que exista una esperanza para la paz pasaron del fracasado golpe a la provocación permanente y jochan todos los días sin límites, desde la más cruda impunidad. Descaradamente los dueños, comentaristas y periodistas de algunos medios de comunicación incitan a que los “sapos sandinistas” sean buscados casa por casa. Posiblemente su alto grado de brutalidad no les permite realizar lo que están diciendo, lo que están haciendo, pero de cualquier forma es sumamente peligroso, porque frente a una amenaza así en lo primero que uno piensa es en la legítima defensa, aunque claro ninguno de esos cobardes que hablan en representación del odio irán a buscar a los “sapos” porque saben que estos comen insectos y que son seres vivos que se cansaron de morir, de ser torturados, de ser secuestrados, de sufrir humillaciones y de ser excomulgados por cuatro obispos y algunos sacerdotes de la iglesia católica que dieron luz verde a sus sotanudos para que santificaran la fiesta sangrienta que del fracasado golpe hicieron para tumbar a un gobierno que si no les cae bien deberían cambiar a través de elecciones, pero para eso deberían comenzar por quererse ellos primeros, un sueño para quienes nadan en pus.

Hay un vasto sector de la población en Nicaragua que multitudinariamente marcha por la paz y la justicia. No lo hicieron solo en Managua andando grandes distancias, lo hacen en todo el país todos los días simultáneamente ejecutando enormes, estratégicos y fundamentales programas sociales y cuando uno ve ese músculo partidario, esa capacidad de organización y esa mística, que gracias a los que odian, recuperó el sandinismo tras el fracaso del golpe de estado, lo primero que el sentido común debe decir a los que incitan a la violencia es que están equivocados, porque por lo que se ve, al partido rojo y negro no se le vencerá con lo que las gallinas ponen porque quien tiene eso es el FSLN, sino que al frente sandinista se le vencerá con inteligencia algo que es un valor que no tienen sus enemigos y no se ve en aquellos que se odian tanto, que hasta entre ellos mismos es imposible que se soporten.

Los nicaragüenses podemos pensar diferentes, nuestras distancias pueden ser profundas, podemos tener visiones equidistantes política e ideológicamente hablando, pero debemos respetarnos porque algún día todos tomaremos el viaje sin regreso y lo que pasará es que aquí dejaremos el problema y nos habremos negado el privilegio de ser la solución.

Invito a que todos seamos factores de paz, a que todos seamos pacificadores, a tomar conciencia de que Nicaragua es única y no tiene copia, que debemos cuidarla como la madre que es y que nuestra gran victoria será cuando demos el paso para deponer el odio y recoger todos los olivos de la paz.

QUE DIOS BENDIGA A NICARAGUA.

Por: Moisés Absalón Pastora.

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