Opinión
agosto 11, 2020

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Detalles del Momento: Síndrome de Procusto

La historia que a Nicaragua le ha tocado escribir está llena de muchísimos episodios, de todo calibre, donde por supuesto existieron vencedores y perdedores que la escribieron, pues al menos yo no me quedo con aquello de que solo los ganadores lo hacen ya que en los por qué los perdedores también siempre han tenido mucho que decir.

Cuando decimos que Nicaragua es mil veces heroica es porque hemos andado, desde los días de nuestra misma independencia, ya próxima a su bicentenario, por circunstancias muy nuestras pues francamente no creo que otros países hayan experimentado lo que nosotros pues hemos vivido golpes de estado, intervenciones, invasiones, desmembraciones territoriales, guerras vecinales, guerras fratricidas, dictaduras, dinastías, revoluciones y toda la gama de fenómenos naturales imaginables, pues hasta donde sé y en el nombre de Jesús nunca suceda, solo nos hace falta que nos llueva fuego.

Muchos de estos trances enfrentados a través de la historia representaron procesos muy largos de solución y sanación a través de los tiempos para poder superarlos y en no pocas de estas circunstancias alcanzar la salida siempre anduvo a paso de tortuga porque las heridas abiertas de la confrontación fueron difíciles de cerrar y los costos económicos para reconstruirnos tras cada uno de esos eventos fueron millonariamente altísimos.

Al final sin embargo lo que siempre hizo más difícil la sanación de las heridas o la reconstrucción de tantas pérdidas a lo largo de la historia fue la envidia y el egoísmo de aquellos perdedores, desadaptados y malos nicaragüenses que serán minoría sí, pero que indudablemente causan daño. Veámonos hoy como estamos, diera la impresión que no hemos aprendido aun de nuestros errores y aunque la gran mayoría de los nicaragüenses hayamos unido voluntades para ver hacia adelante y olvidarnos de lo que el odio nos quiso hacer en abril de 2018, que nos representó retomar el vuelo del Ave Fenix y llegar al 2020 que ya en vías de recuperación, nos volvió a golpear con la pandemia.

Yo solo me pongo a imaginar dónde estaría Nicaragua hoy de no ser por el miserable oposicionismo que tenemos, el criminal y fallido golpe de estado financiado por el imperio y los efectos de la peste considerando que a pesar de todo estamos en pie. Yo no dudo que sin esas tres anclas nuestro país, a pesar de estar siendo reconocido hoy por sus inmensos avances económicos, estaría a la cabeza de los más crecientes en el continente y no es así por la envidia y el egoísmo de algunos individuos que habitan en una sociedad promiscua de anti valores donde se revuelcan jerarcas del clero, empleados del gran capital, falsos estudiantes y politiqueros de todo tiempo que nunca estarán bien hasta que todo el pueblo esté mal.

A esta gentuza le caracteriza la envidia, un sentimiento malsano por lo bien que puede estar otra persona, es decir, es el desagrado o la molestia que se produce en alguien que quiere ser como aquel al que todo le sale bien, y entonces después de él cualquier diluvio o apocalipsis contra el éxito de los demás porque no admite que al final su tragedia personal o el no logro de sus metas son la suma de sus propios errores.

Esa condición de fracaso por el cual habla el envidioso nos conduce al egoísmo que denomina a quien manifiesta un excesivo amor por sí mismo, y que solamente se ocupa de aquello que es para su propio interés y beneficio, sin atender ni reparar en las necesidades del resto de las personas, de la sociedad, del pueblo, del país.

El egoísta se reconoce fácilmente por su yoismo, cree que el mundo es solo para él y todo debe ser para su propio provecho y poco o nada valen las opiniones de los demás y así sin empacho es capaz de pasar por encima de cualquier verdad con tan de imponer su propia mentira y lidiar con alguien así es difícil porque dificulta la relación con el prójimo, porque ese individualista siempre estará tratando de hacer sentir a los demás como si no existieran, o como si sus preocupaciones o ideas no importaran.

Dicho lo anterior ahora imagínense a la envidia y al egoísmo juntos como una bomba que todos los días el oposicionismo lanza contra la paz y la estabilidad de Nicaragua para amargarnos la existencia porque les ocurrió que aquí solo ellos pueden estar bien, aunque estén mal.

Estas miserias humanas, financiadas por el imperio para destruir Nicaragua padecen el “Síndrome de Procusto” que es la incapacidad para reconocer como válidas las ideas de otros, es el terror en el individuo a ser superado profesional o personalmente por otros indudablemente mejores que ellos y eso los lleva a eludir responsabilidades, los lanza a tomar malas decisiones, a boicotear las iniciativas, aportaciones e ideas de aquellos que pueden dejarnos en evidencia como fracasados.

El síndrome de Procusto lo padecen aquellos que cortan la cabeza o los pies de quien sobresale. Los oposicionistas que lo padecen te roban tus sueños y tus energías. Esos que lo sufren se afectan emocionalmente cuando otra persona tiene razón y ellos no. Son enfermos que tienen miedo de conocer a personas a las que todo les va bien, que son proactivas y que tienen más conocimientos, capacidades o iniciativas que ellos y cuando las gentes de bien surgen y son visibles se sienten invadidos por una sensación de desconfianza y malestar y eso explica muchas reacciones estúpidas y descerebradas por las que abundantemente se distinguen.

Los que padecen el Síndrome de Procusto son expertos en cuestionar y descalificar la capacidad creativa de otros para que no quede en evidencia su propia ignorancia lo que en nuestra Nicaragua es imposible porque todo lo que hacen tiene una magnitud descomunalmente acémila.

En Nicaragua el Síndrome de Procusto representa en verdadero ropaje del oposicionismo. Podrá estar en una parte del clero católico bajo sotanas salpicadas de sangre; en el COSEP donde la mayor característica es la empresa de maletín; en la llamada sociedad civil donde algunas ONGs han encontrado una caleta de buen billete para vivir plácidamente en rosa; en falsos estudiantes universitarios que tienen doctorados únicamente en vagancias y en viejos rostros de la politiquería que están más arrugados que una pasa y que cascarudamente nos dicen que representan el relevo, pero todos ellos son enfermos de la fatalidad, son semillas muertas que fueron sembradas en tierra infértil que solo saben producir tragedias a los que no podemos pedir que cambien porque su naturaleza es la maldad y la agresión para la Nicaragua en que nacieron.

El gran problema para los que sufren el Síndrome de Procusto es que aquella máxima de Joseph Goebbels del miente, miente, miente que de la mentira algo queda, se quedó atrapada en el uyuyuy aquel de que ya viene el lobo porque de tanto repetirlo nadie lo creyó y por eso, a pesar de las campañas mediáticas, de las descalificaciones, de las amenazas de reeditar lo del 2018, no han podido ser más que la verdad que el pueblo defiende ni más que las grandes victorias y éxitos que en todos los campos logra el gobierno de unidad y reconciliación nacional lo que es reconocido somo por el pueblo que lo acuerpa sino que a pesar de todo por organismos internacionales donde incluso tiene influencia Estados Unidos, el Imperio, que como albarda sobre aparejo es la nación del planeta más afectada por el Síndrome de Procusto.

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