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mayo 6, 2020

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Detalles del Momento: La dignidad Nacional

Esta primera semana de este mes ha sido ha sido extraordinariamente rica en temas que desde la historia y para la historia son inevitables en su abordaje y me refiero en su orden al último mensaje del Presidente de Nicaragua José Daniel Ortega Saavedra; al Primero de Mayo, Día Internacional del Trabajo; el 3 Mayo, Día Internacional de la Libertad de Prensa, y aunque todos son importantes en gran medida y más aún, el 4 de Mayo, Día de la Dignidad Nacional, el que conmemora hace ya 93 años el famoso Pacto del Espino Negro.

El Pacto del Espino Negro pretendió poner fin a la Guerra Constitucionalista, desencadenada por el golpe de estado, conocido como “El Lomazo” que el caudillo conservador Emiliano Chamorro le propinó, el 17 de enero de 1926, al Presidente Carlos Solórzano electo para gobernar hasta el 4 de mayo de 1927 y que al final tampoco fue reconocido por el imperio abriéndose así una profunda crisis política por la sucesión.

La guerra constitucionalista en la que jugó un papel beligerante el General José María Moncada, Jefe del Ejército Liberal Constitucionalista, con la firma del Pacto del Espino Negro pretendió poner punto final a la violencia bélica, pero el contenido de los acuerdos unilaterales, redactados entre compadres, entre amos y vasallos, donde la batuta la tenía Henry L. Stimson, representante del gobierno estadounidense del Presidente Calvin Coolidge, no satisfizo para nada a quien en ese momento, junto a otros 29 campesinos, nombrado General por sus hombres, estaba formando el Ejército Defensor de la Soberanía Nacional, el pequeño Ejército Loco, que no aceptó la deposición de las armas y se fue a enmontañar porque el Espino Negro, era en realidad una espina negra contra la dignidad nacional porque pretendía, para efectos prácticos, colocar a Nicaragua como una estrella más en la bandera del imperio que quería un presidente en Nicaragua a la medida de sus caprichos para formar una Guardia Nacional igualmente a la medida de sus intereses con Anastasio Somoza García al frente, el primero de una dinastía que formó su poder bajo un océano de sangre inocente hasta el 19 de julio de 1979.

Aquel Pacto del Espino Negro, llamado así porque se firmó bajo sombra de un árbol conocido por el mismo nombre en Tipitapa y amarrado entre el amo imperial y su más grande lacayo de aquel tiempo, Adolfo Díaz, por entonces presidente de facto de Nicaragua, resumía únicamente la voluntad del enviado por Washington y en consecuencia del imperio, Henry L. Stimson en los siguientes términos;

  •  La permanencia en el poder del Presidente (inconstitucional) Adolfo Díaz, hasta las siguientes elecciones de 1928.
  •  La “supervigilancia” de las elecciones por los EEUU.
  •  El desarme general de las tropas nicaragüenses en conflicto.
  •  La entrega de las armas a los EEUU.
  •  La creación de la oprobiosa Guardia Nacional (G.N.) de Somoza; que tuvo al pueblo nicaragüense bajo una férrea dictadura militar por 45 años.

El entonces naciente General de Hombres Libres, Augusto C. Sandino, hecho general por sus hombres, golpeó la mesa, mandó al carajo a Moncada, que para ofensa de remate ofrecía 10 dólares a todo aquel que rindiera su fusil ante el pro cónsul imperial y así treinta hombres junto con él terminaron la guerra constitucionalista y empezaron la guerra de liberación por la dignidad nacional.

El General Sandino reaccionó públicamente al Pacto del Espino Negro a través de una proclama muy clara y llena del más absoluto patriotismo, en su parte medular sostiene:

“El 4 de mayo, debe de ser, efectivamente día de fiesta nacional, no porque en ese día Moncada, haya vendido al Ejército Liberal, del cual era General en Jefe, como a una partida de bestias; debe ser fiesta nacional, porque ese día Nicaragua probó ante el mundo que su Honor Nacional, no se humilla; que le quedan todavía hijos que ofrendarían su sangre para lavar la mancha que sobre ella echen los traidores. Le manifesté nuevamente que yo, sería uno de los opositores. Con su palabra fácil, Moncada, procuró convencerme de una vez, respecto a la claudicación, diciéndome que sería una locura pelear contra los Estados Unidos del Norte, porque es una nación muy poderosa, que tiene 120 millones de habitantes; que yo, no podría hacer nada con trescientos hombres que tenía a mi mando, que nos sucedería igual que a una presa que está bajo las garras de un tigre, que cuanto más se mueve, más le ahonda las uñas en la carne. Sentí un profundo desprecio desde ese momento por Moncada, le dije que yo, consideraba un deber morir por la libertad, que ese era el símbolo de la Bandera Roja y Negra que yo, había enarbolado”

A partir de este momento, Sandino, con su “pequeño ejército loco”, partió nuevamente a San Rafael del Norte en Jinotega, y comenzó “la guerra de liberación nacional” que duró desde el 4 de mayo de 1927 hasta el 21 de febrero de 1934, fecha en que Sandino es traicionado y asesinado por orden del Gobierno de los Estados Unidos a través del entonces Director de la Guardia Nacional, Gral. Anastasio Somoza García, pero desde entonces, en aquel momento que decidieron asesinar a Sandino, lo que hicieron fue hacer nacer al sandinismo.

El Sandinismo es desde mi punto de vista la etapa superior del liberalismo. Sandino fue liberal y aquel liberal que habiendo nacido aquí no lo reconozca nunca fue nicaragüense, nunca conoció la historia, jamás se enteró de la vocación nacionalista que el General de las Segovias nos inoculó con sus pensamientos, sus acciones y con aquella dignidad de saberse pequeño y limitado frente al monstruoso poder del imperio, pero de corazón inmensamente gigante ante el plan invasivo, colonial e interventor en asuntos que gracias a él hoy son única y auténticamente nuestros.

El sandinismo, más allá del contexto partidario que de él tenga el FSLN, es una visión socialmente pragmática lanzada al futuro porque es un pensamiento dinámico que no está anquilosado en formatos ideológicos obtusos que políticamente hasta te imponen una camisa de fuerza, sino que el sandinismo es una evolución constante que teniendo como base la dignidad y el decoro nacional siempre terminará siendo una actitud patriótica frente a toda forma de agresión externa o interna que pretenda lesionar el honor de la patria y de sus ciudadanos.

El sandinismo no es una expresión partidaria y si el FSLN lo hizo suyo fue porque supo identificar en su acción un pensamiento nacido desde lo más íntimo de nuestra nacionalidad y es a lo largo de la historia patria el eslabón de resistencia antiimperialista más fuerte de la cadena de lucha desde nuestra independencia pasando por la guerra nacional, la Batalla de San Jacinto, La Revolución liberal de 1893, Rubén Darío, Benjamín Zeledón y después de él, Rigoberto López Perez, Carlos Fonseca, y otros tantos íconos de nuestra nicaraguanidad que hoy vemos cómo el sandinismo, como expresión y acción, es un referente más allá de nuestras fronteras porque resultó ser un David frente a Goliat.

El sandinismo es un pensamiento social profundo que privilegia a los que nunca, según los opresores, merecieron tener dignidad y a los que había que mantener en la oscuridad de la ignorancia. Es la identidad que une alrededor de los intereses nacionales. Es el valor de la lealtad de quienes profesan su orgullo por la tierra que los vio nacer y la miseria humana de quienes son capaces de vender a su propia madre con tal de quedar bien con el invasor.

El sandinismo es para los nicaragüenses el orgullo que los venezolanos sienten por Bolívar y que los cubanos por Martí, el sandinismo está más allá de nuestras fronteras y con el somos dueños de una marca que aterroriza a un imperio que desde aquel 4 de mayo de 1927 está tratando de vencer a una silueta y a un pensamiento que enigmáticamente sigue siendo explorado desde las más famosas y concurridas bibliotecas del mundo donde siempre hay una referencia del General de Hombres Libres, Augusto Cesar Sandino.

QUE DIOS BENDIGA A NICARAGUA.

 

Por: Moisés Absalón Pastora.
06 Mayo 2020