Tras las muerte del presidente de de Haití, Jovenel Moïse; el país pasa por una profunda inestabilidad económico-social. La migración y el recién desconcierto por los grupos delincuenciales armados ponen al país a un quiebre total.
El asesinato del diácono Sylner Lafaille y el secuestro de su esposa por parte de bandas armadas el pasado domingo 26 en la entrada de la primera iglesia Bautista; en la Rue de la Réunion llevó a la Oficina de Protección Ciudadana (OPC) a señalar un deterioro marcado en materia de seguridad en el país.
La Federación protestante de Haití se expresó, y denuncio con enfado este fenómeno de inseguridad con estás palabras y demando «el fin de estos actos inhumanos que siembran el duelo en el país».
Por otra parte, el Centro de Análisis e Investigación en Derechos Humanos (Cardh) realizó un llamado a las autoridades a que pongan atención ente estás situaciones afectan en gran media la estabilidad del país; previo al regreso de los niños a clases; por lo qué, en el distrito de Martissant, Bas Delmas y Cité Soleil la violencia está latente día con día; por grupos de delincuentes armados que controlan estás zonas.
Expresando en su comunicado«Ignorando la situación de la niñez en estas áreas con motivo de la reapertura oficial de clases; el Gobierno de facto no cumple con las obligaciones de respetar, proteger e implementar los derechos humanos, universales, indivisibles, inalienables y no discriminatorios».
Como si fuera poco, a esto se le suma la profunda crisis migratoria que enfrentan los haitianos; en su desesperada travesía por llegar los Estados Unidos.