Vivir en el pasado, ver solo el pasado, conmina a quien lo hace a convertirse en la estatua de sal en la que terminó sus días la esposa de Lot. Lucas en 17:32 de las Sagradas Escrituras y en el segundo versículo más corto de la Biblia nos refiere la advertencia del Salvador cuando dijo: “Acordaos de la mujer de Lot”.
El contexto nos recuerda aquellos días orgiásticos de Sodoma y Gomorra dos ciudades sumergidas hasta el fondo por las debilidades carnales del hombre y la mujer que, contra natura y poseídos por la lujuria, la avaricia, el desenfreno, la corrupción, la violencia y el bestialismo llevaron a Dios a erradicar el mal destruyéndolos con fuego y azufre caídos del cielo, a lo mejor por un meteorito según revelan análisis recientes, para poner fin a tan sangriento bacanal y castigar el pecado en el que habían caído sus habitantes.
La historia original que tenemos de Sodoma y Gomorra en su parte final es cuando el Señor, no pudiendo ya soportar las peores de las acciones de sus hombres y de sus mujeres, es cuando le dice a Lot y a su familia que huyan, porque esas ciudades estaban a punto de ser destruidas. “Escapa por tu vida”, dijo el Señor, “no mires tras de ti escapa al monte, no sea que perezcas” (Génesis 19:17).
Sin haber obedecido inmediatamente Lot y su familia finalmente salieron de la ciudad justo a tiempo. Las Escrituras dicen que, al alba de la mañana que siguió a su fuga, “hizo llover Jehová sobre Sodoma y sobre Gomorra azufre y fuego desde los cielos; y destruyó las ciudades” (Génesis 19:24–25). Sin embargo, la mujer de Lot, renegando por lo que dejaba atrás desobedeció, miró atrás y al instante pagó su desobediencia porque se convirtió en una estatua de sal porque su corazón deseaba volver atrás. Parecería que, incluso antes de que pasaran los límites de la ciudad, ella ya extrañaba lo que Sodoma y Gomorra le había ofrecido.
El planeta y todo lo que encierra ha sido un proceso constante de cambio y trasformación. Desde su origen que fue una maravillosa creación de Dios como si se tratara de una pintura saboreada sobre el lienzo a lo largo de seis días, dejándonos el séptimo para el descanso, se oyó el hágase divino y surgió la tierra que pisamos, el aire que respiramos, se hizo la luz, la noche, el ciclo de los tiempos, los mares, los volcanes, los lagos, lagunas, ríos, animales hasta que finalmente nos hizo a su imagen y semejanza para que tuviéramos dominio responsable sobre los que nos dio como bendición para cuidar.
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El planeta tierra está lleno de una belleza impresionante y a cada país Dios le puso características especiales que son imanes de atracción, tierras privilegiadas, plataformas marítimas con riquezas inagotables, minas, fuentes acuíferas, recursos energéticos, bosques, especies animales, que el hombre destruye y que antes de preservar, cuidar y racionalizar ante la inmensa explosión demográfica, acelera su acabose y vaya que lo estamos haciendo muy bien.
Planteo en el mapa universal lo que también quieren seguir haciendo otros con Nicaragua y en todos los sentidos me plantea una reflexión profunda sobre la necesidad de que nos examinemos todos y que los que nacimos y vivimos aquí, ya no por nosotros que vamos de salida, pensemos en los que vienen atrás, aunque aspiremos por supuesto a que en el corto tiempo que nos queda tengamos una mejor calidad de vida.
¿Qué significa esto? que simplemente no temamos al cambio porque la vida misma es todo un proceso de cambio y aunque nada aparentemente cambie, si yo cambio, todo cambia, dice la letra de la canción. Nada es estático, nada es para siempre y así el pasado que fue cambiado por el presente así el futuro cambiará lo que existe hoy con la capacidad de preservar y mantener inalterable el principio y el valor de nuestras ideas porque lo que buscamos aquellos que nos disponemos a la voluntad de ser parte del cambio, es una ruta, un mecanismo, un camino, una vía para lograrlo y hacerlo efectivo porque lo contrario es anclarte y encadenarte y ver que el tiempo te pasa, te tritura o te muele sin ser actor ni para uno ni para los demás y eso es lo que le pasa en Nicaragua a los que por capricho o ignorancia no quieren darse cuenta que el país está cambiando y su inmensa mayoría junto con él.
La inmensa mayoría hemos cambiado, tenemos una visión distinta, hablamos y decimos las cosas diferentes. Antes éramos ácido en los enfoques y ahora celebramos muchísimas bondades de sectores con los que ayer nos enfrentábamos a muerte y para quienes reclaman por eso, sí tienen razón hemos cambiado, pero no en lo fundamental que es la raíz del principio y del valor.
Esa libertad por la que miles dieron sus vidas y otros sobrevivimos luchando por ella, los esclavistas, nos la quisieron arrebatar en el 2018 y entonces dispusimos no perderla para que no tuviéramos prisioneros políticos y no existen, aunque la necedad no pare de inventarlos para manejo de su propia politiquería porque quienes estuvieron tras las rejas y los que después reincidieron son terroristas y delincuentes que además traicionaron a la patria al servirla al extranjero para que la agrediera; luchamos por esa libertad por ir y estar donde queramos; para no encontrarnos con descerebrados que se impongan violar nuestros derechos; lo hicimos para hablar, expresar y manifestarnos abiertamente y lo hacemos a pesar de los costos y del qué dirán porque tenemos plena conciencia que mucho de lo que decimos es sal sobre las carnes putrefactas del odio que se retuercen cada vez que clamamos para que nuestro clima sea de paz; luchamos para que desde un proceso de reconciliación, reencontrarnos y nos permita andar sobre un camino común; luchamos para que las potencias no nos impongan qué hacer en nuestros asuntos domésticos; luchamos para tener una economía que nos permita ir de frente a la única guerra que todos debemos enfrentar como es la pobreza.
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Seguimos luchando y lo continuaremos haciendo en la medida que Dios nos de vida para motivar desde la trinchera de los medios de comunicación en los que tengamos incidencia, presencia y acceso para que todos cambiemos independientemente del costo que esto represente porque debo decir a los desadaptados que se retuercen en el odio que los consume, que también hay muchísimas personas más, que las que nos odian gratuitamente y nos felicitan y endosan nuestro lenguaje y planteamiento porque se cansaron de caminar como el cangrejo, se hartaron de la descalificación, no de los unos contra los otros, sino entre los que viven viendo diablos de zacate donde no hay y que alimentados por sus propios miedos y fantasmas están aterrorizados por un cambio que no quieren para sus vidas.
Me parece tonto resistir el cambio porque es una energía vital que la usamos para transformar y quien ignore que este país está cambiando es de otro planeta y el pueblo en su sabiduría lo rechaza y lo castiga porque es masoquismo, es ahogarse en el pasado o nadar contra una inmensa corriente que terminará por arrastrarlos al fondo del océano.
Mucho de eso le pasa a los terroristas que han sido relegados al infinito lado oscuro de la incapacidad porque dejaron que la necedad se adueñara de ellos para justificar en cualquier pretexto, en cualquier locura o historia de la Rosa de Guadalupe, el beneficio que no encontraron en un pueblo que quiere propuestas, progresos y oportunidades que no se oyen en todo ese archipiélago de siglas donde palabras como unión, puentes, sumas o multiplicaciones fueron devoradas por el odio dispersante, por los muros aislantes, por las restas que merman y por las divisiones que te debilitan y extinguen y de eso mucho padece la arrogancia que además se cree la última coca cola del desierto.
Alegrémonos los que nos dispusimos al cambio y los que deseamos hacer de Nicaragua un país mejor y que esa disposición la sostengamos para seguir haciendo presión por las muchas cosas que aún no cambian.
Hay una agenda de presente por la cual insistir y si es Daniel Ortega, Rosario Murillo o el FSLN quien nos la satisfaga que bien que así sea porque sobre certificamos un avance monumental que escribe sobre roca que ya no hay retorno al pasado y que esas voces apagadas y tenues que hipócritamente dicen amar Nicaragua y que en el fondo se alegran por verla descarrilada, por el único y miserable interés de endosar la responsabilidad de todo al mismo Daniel Ortega que tuvo la humildad de cambiar, de pedir perdón y de reconocer los errores que otros que ya conocemos no han sido capaces de hacer, se quedan viendo hacia atrás como la Mujer de Lot.
Nuestro diálogo con el pueblo es efectivo y permanente y se basa en no responder violencia con violencia ni odio con odio y para aquellos que creen que somos débiles porque nuestra opción es civilizada y racional, es responsable y patriótica, se equivocan porque construir la paz y hacer por la paz es tarea exclusiva de valientes porque el resultado es la búsqueda de la tranquilidad para el país y sus ciudadanos.
Saben qué yo soy liberal y soy sandinista porque Sandino fue liberal y soy revolucionario porque la primera revolución que hubo en Nicaragua fue la del General liberal José Santos Zelaya, que fue víctima del imperio norteamericano, que igual tiene como objetivo demencial a la actual revolución popular sandinista por sus posiciones nacionalistas y quienes no saben nada de esto son individuos que jamás comprenderán lo que es la evolución, lo que es el cambio y la transformación y eso sí es pecado porque no cambian sabiendo que lo que hacen está mal y continúan igual que ayer solo porque creen que en la inamovilidad política se fundamentan los principios y eso simplemente es una enorme tragedia porque no evolucionaste, porque el tiempo te pasó por encima, te molió y ni cuenta te diste y de ahí la inmensa apatía de un pueblo contra todos esos líderes acabados y vencidos por el peso de sus inagotables fracasos que al final terminaron convertidos, como la Mujer de Lot, en estatuas de sal.
QUE DIOS BENDIGA A NICARAGUA.









